martes, 22 de julio de 2014

El primer presagio de Miguel Ángel Serrano

Un presagio - Miguel Ángel Serrano
Un presagio - Miguel Ángel Serrano
Un presagio. Miguel Ángel Serrano. Bartleby Editores.
Publicado originalmente en Culturamas.


El escritor Miguel Ángel Serrano (1965), autor de las novelas Tango, Jardín de espino y El hombre de bronce, acaba de publicar su primer poemario bajo el sello Bartleby. Enfrentarse con un primer volumen de poemas suele entrañar la difícil situación de abordar la lectura de inmaduras composiciones. Semejante perspectiva no se cumple en Un presagio. Ciertamente, la voz de Miguel Ángel Serrano se nos muestra aquí forjada en metálico resonar. Sustancia, la de sus versos, no volátil, sino hiriente conciencia.

martes, 15 de julio de 2014

Un licencioso obispo fetasiano: Conversaciones con Rafael Arozarena, de Roberto García de Mesa



Conversaciones con Rafael Arozarena
Conversaciones con Rafael Arozarena

En octubre de 1998, Roberto García de Mesa realizó una larga entrevista a Rafael Arozarena que, por razones de espacio, se publicó muy recortada en el periódico El Día. A los pocos meses, Roberto decidió que aquel trabajo podía prolongarse en un libro entero. El resultado se publicó en 2004 y ostenta por título Conversaciones con Rafael Arozarena. El proyecto, que abarcó unas catorce horas de grabación, figura dividido en 19 capítulos. A continuación enumeraremos sucintamente algunos temas relevantes tratados en este opúsculo.

jueves, 3 de julio de 2014

Sobre la poética de Miguel Ángel Curiel

La revista Fogal recoge en su primer número mi breve ensayo sobre la poesía de Miguel Ángel Curiel, una de las voces más singulares e interesantes del actual panorama poético español. Comentamos en él diversos aspectos que, entreverados, revelan la potencia de una palabra poética que nos remite a las nociones de sacralidad, misterio y conocimiento. Pueden leerlo haciendo click sobre el enlace (y, de paso, naveguen por el resto de secciones de la revista donde encontrarán un buen puñado de textos creativos y críticos de distinta naturaleza):

- Palabras de abismo. Sacralidad, misterio y conocimiento en la poética de Miguel Ángel Curiel.


Miguel Ángel Curiel
Miguel Ángel Curiel

martes, 17 de junio de 2014

La mala hierba de Lu Xun

La mala hierba. Lu Xun. Bartleby Editores. Traducción de Blas Piñero Martínez.

La actividad creativa de Lu Xun (1881-1936) se desarrolló en el primer tercio del siglo XX, en la China de la república sometida al dominio parcelado de los llamados señores de la guerra. Aparte de La mala hierba, concebido entre 1924 y 1926, y publicado por esos mismos años en revista antes de ser compilado en libro y editado en 1927, sobresalen en su producción la escritura de Diario de un loco (1918) y La verdadera historia de AQ (1921), ambas obras vertidas al castellano.

La mala hierba - Lu Xun
La mala hierba - Lu Xun

martes, 3 de junio de 2014

Microcosmos de la tensión

El ángel Esmeralda - Don DeLillo
El Ángel esmeralda - Don DeLillo
El ángel Esmeralda. Don DeLillo. Editorial Seix Barral. Traductor: Ramón Buenaventura.
Publicado originalmente en Culturamas.


Si recordamos el célebre aserto cortazariano según el cual el cuento se asemejaría a la fotografía y la novela a una película, pudiera entenderse que la única posibilidad del relato sería, entonces, la del fogonazo, la pura concentración. El desarrollo de la existencia, con sus altibajos y sus accidentes geográficos, le estarían vedados al cuento, siendo su seno natural la novela. Cabría recordar cuán a menudo las hipótesis creativas de los autores sólo sirven como pretexto explicativo de la obra propia y que, gracias a la propia dinámica evolutiva de la cultura y de los grupos humanos, todo aserto sintético adquiere estatuto de virtualidad, superándose o siendo negado por los propios hechos culturales. Así, verbigracia, El ángel Esmeralda, conjunto de relatos del novelista norteamericano Don DeLillo, coincide parcialmente con la máxima cortazariana: el relato es fogonazo, sí, pero también transcurso, dilatación, vívida recolección apretada y/o secuencial de existencias anónimas. El poderoso ejercicio narrativo que DeLillo despliega en estas nueve narraciones nos brinda microcosmos fascinantes.

En los nueve relatos que componen este volumen, DeLillo genera unos personajes que se ven enfrentados a situaciones límites. Narraciones tensas en las que la textura del propio relato se amolda a las emociones que experimentan los personajes. El escritor norteamericano modula y dosifica sabiamente el ritmo narrativo: cada cuento, aun el de factura aparentemente más insulsa, simula un artefacto de relojería. Los relatos configuran mundos narrativos con sus desajustes y antinomias, potenciados por la gran capacidad descriptiva de DeLillo.

En algunos cuentos el autor va reconstruyendo la vida de los sujetos mediante fragmentos descriptivos de detalles que comportan una gran carga de significación. Un recurso interesante es la utilización peculiar que hace de las enumeraciones en algunos párrafos, así como los ocasionales guiños irónicos, la aparición de segmentos esencialmente reflexivos, hipálages asombrosas o el absurdo de algunas situaciones. Por ejemplo, en el relato que da título al libro, centrado en los personajes de dos monjas y una pequeña que vive en los bajos fondos del Bronx, tras dibujar ciertos aspectos ominosos de la vida de los habitantes de dicho barrio, vemos cómo arriba a la zona un autobús con turistas europeos portando sus cámaras fotográficas para rescatar quizás lo pintoresco de la miseria; el autobús ostenta un letrero con la inscripción “Sur del Bronx surrealista”. Una de las monjas, ante semejante espectáculo, les increpa arguyendo que aquello no es surrealista, sino realidad pura. Que lo surrealista es la presencia de aquellos turistas allí. El absurdo, pues, como acto representacional y, también, como conciencia súbita de los dobleces que la realidad esconde, la coexistencia de contrarios que no se anulan. El relato, tras la crudeza de lo que nos narra, finaliza con la síntesis mediática de una fe menor, la fabricación casera de un mito.

Pasemos a comentar brevemente algunos aspectos de estos cuentos. En Medianoche en Dostoievski ocurren hechos hilvanados por la mera sucesión de los personajes, el espacio y el tiempo. La historia parece un juego detectivesco basado en la invención (un juego espejeante de intriga ficcional dentro de la propia ficción), por parte de dos estudiantes, de la vida de un sujeto al que siguen. En relatos como Creación o El corredor se nos habla de las debilidades humanas; así, en Creación asistimos a la angustia por la imposibilidad de salir del paraíso tropical elegido por vacaciones y a una sorprendente infidelidad (en cierto sentido, este texto exhibe ciertas reminiscencias de Los cautivos de Longjumeau, de Léon Bloy, que tanto agradaba a Borges y que éste veía como precursor de Kafka). Atento a los conflictos de actualidad, La hoz y el martillo explora el aislamiento penitenciario y la crisis económica, así como la adicción tecnológica y el hiperconsumo de información (uno de los recursos más interesantes es la conexión entre dos niveles narrativos: dos niñas se comunican con el personaje principal a través de mensajes secretos que envían por televisión, en un programa de información bursátil). Acaso la mejor pieza del volumen sea Momentos humanos de la Tercera Guerra Mundial: por su ambición, por la alianza entre ese futuro presentido con recelo y la presencia obsesiva de dos personajes distintos en un ambiente estrecho y aislado, por sus fobias y ese toque mágico de unas voces que dos astronautas reciben desde el pasado. A su vez, el miedo es manifiestamente una de las emociones más exploradas; en La acróbata de marfil se produce el redimensionamiento de un miedo real por un terremoto, convirtiéndose en una paranoia permanente por la posibilidad de su repetición; y en Baader-Meinhof, otro de los cuentos imprescindibles de esta compilación, el narrador comienza con una écfrasis que conjuga una exposición artística y la reflexión sobre el objeto de dicha exposición: los últimos instantes de la vida de los componentes de la Fracción del Ejército Rojo; a la mitad del relato, un vuelco narrativo evidencia cómo una pesadilla puede concretarse entre las sombras de la rutina y su supuesta seguridad.

En El ángel Esmeralda DeLillo crea núcleos primordiales de narración, casi como si se tratara de huevos cósmicos o átomos primigenios que se desarrollan dando lugar a microuniversos habitados por criaturas, espacios y acciones singulares. Y, a partir de esos núcleos, explora una amplitud de posibilidades de sumo interés, donde la tensión cruza, a modo de mediatriz, la línea imaginaria que conforma cada texto.

martes, 27 de mayo de 2014

Sobre Rising Sun de Miguel Ángel Galindo

La revista mexicana Círculo de Poesía ha publicado mi breve ensayo sobre el último poemario de Miguel Ángel Galindo: Rising Sun (2013). Pueden leerlo aquí:

Sobre Rising Sun: las constelaciones de un Rabdomante


Rising Sun - Miguel Ángel Galindo
Rising Sun - Miguel Ángel Galindo

martes, 20 de mayo de 2014

Los signos del asombro


Sobre abierto. Rafael Cadenas. Editorial Pre-textos. 76 páginas.

Sobre abierto - Rafael Cadenas
Sobre abierto - Rafael Cadenas
Si toda misiva porta un mensaje cifrado, la apertura de un sobre sería una invitación a recorrer esa carta, a comprender esos trazos que llamean desde la página y que, acaso, nos iluminen con sus ignotas revelaciones. En Sobre abierto, el último poemario del venezolano Rafael Cadenas, el poema se brinda como repentina fulguración, en una transparencia sin lacre: al sujeto poético le son desvelados ciertos aspectos de la realidad en un tono ora de celebración, ora nostálgico, pero siempre instante encendido del pensamiento y la sensación.

Encontramos un goce luminoso frente a ciertos prodigios cotidianos: el vuelo de un pájaro, la sombra que proyectan unas nubes, el arbusto que brota de una piedra, la maravilla que aguarda en un rayo de luz solar que se filtra en el apartamento o en un charco de agua en donde se engendra el arcoíris. Estos descubrimientos repentinos motivados por señales aparentemente insignificantes comportan  una vindicación de la sorpresa o el asombro: cualquier ente puede ser absorbido por el poema; la experiencia poética puede aguardar en lo más nimio. Escribe el autor: "No desdeñes nada. / Una rana le dio a Basho / su mejor poema".

Cadenas erige una poética centrada en la maravilla del ser, en un ansia de habitar el presente para escapar de la marea insaciable del tiempo y el yo. A propósito de esta recepción afirmativa del mundo es elocuente la coincidencia –o reiteración- entre unos versos de Sobre abierto y otros de la novena elegía duinesa de Rilke: estar aquí es demasiado, la mera existencia es un hecho abundante, opimo.  En esta primera vertiente de algunos de los poemas observamos una radical conexión con ciertas formas del pensamiento poético oriental, especialmente el japonés, y con la tradición clásica de dicha literatura, indagatoria de una revelación o acceso al ser a través de breves resplandecimientos (al mismo tiempo que se observa su interés por las diversas formas del pensamiento místico). De hecho, coquetea con la esencialidad del haikú (no con su métrica exacta) en algunos poemas breves que agrupa en series como Trípticos.

La segunda de las vertientes temáticas sobre la que incide el autor en este poemario es la memoria y la paradójica configuración de la misma. La memoria acusa esta dualidad contradictoria: si bien es el asiento que posibilita nuestra identidad, su edificación, también supone cautividad, un límite para la apertura del ser y su acción. Cercados por esta falaz y sutil representación del yo y su pasado, Cadenas pondera la lucidez que comporta cierto grado de desengaño o escepticismo. En efecto, dice en un poema: "Recuerdo los días / en que yo era entero / mas a un precio alto: vivir / ahormado // La manumisión / es obra del desengaño, el / más refulgente / de los diamantes". Asimismo, en el poema La búsqueda, y en cierto tono narrativo similar a los poemas meditativos de Cavafis, se afirma la ineludible necesidad de las historias, de la ficción, pues "¿qué sería nuestro vivir / sin ellas?". Indigencia de la ficción, de los relatos no verídicos en que se asienta nuestra esperanza; opacidad, en definitiva, de una mitología, el Grial simbólico del título de otro poema, que colma una aspiración que los años van agrietando y de donde emergerá, como mácula o filo, la audacia de la duda. Imposible no evocar, en este sentido, un aforismo del poeta norteamericano Wallace Stevens en el que decía que "La creencia final es creer en una ficción, la cual sabemos que es ficción, y que no hay nada más. La verdad exquisita es saber que es una ficción y que creemos en ella de manera voluntaria".

En cuanto al lenguaje, destaca la transparencia del mismo, muy depurado, con preponderancia de la instantaneidad y un alto grado de condensación. Hay también un ritmo pausado que gira alrededor de un esencialismo verbal. Sin embargo, en algunos poemas, la transparencia deslíe la expresión hasta un grado de adelgazamiento conceptual y formal excesivo. Cabría apostillar que una cierta charlatanería de lo simple o despojado suele confundir la diafanidad expresiva con la anorexia crónica, en cuyo caso el poema, más que fulgurar, desaparece de la página por caquexia, con un gesto lacónico. Esta peligrosa ofuscación acosa algunos poemas de Sobre abierto.

No pocos poemas, finalmente, abordan la propia poética del autor. En Idioma, describe esta tendencia hacia la voz baja, sin estridencia, la enunciación de un cuasi-susurro: "Rehúyes el énfasis, / bajas la voz, / te acercas". El buceo en el lenguaje implicaría el encuentro de las palabras justas, evitando toda impertinente exclamación, silenciando los ruidos y las interferencias, para crear ese espacio mental propicio al advenimiento. Búsqueda del silencio, también, para escuchar al lenguaje del cuerpo, zafándose de los dictados de la tiranía de la propia lengua. Y es que Cadenas  comprende que la relación con la escritura apunta a un más allá de la materialidad del vocablo, un más allá del signo implícito en el signo mismo: en definitiva, la inmanencia. Porque "El origen / es siempre ahora", y el signo se consuma en ese presente perpetuo en el que habita un latir del asombro que entraña la existencia, oculto o apenas insinuado como acontecimiento entre las rutinas del día.


miércoles, 16 de abril de 2014

Don DeLillo: la trama inconclusa de América

Americana - Don DeLillo


La editorial Seix Barral acaba de recuperar la primera novela de Don DeLilloAmericana. Viene a añadirse a un proceso de publicación del corpus novelístico de este escritor emprendido por dicho sello en la última década, en el que resaltan obras como Ruido de fondoLibraMao II, Submundo, Punto Omega CosmópolisAmericana fue publicada originalmente en 1971 y su escritura le llevó a DeLillo de 1967 a 1970. Años marcados por el paso en lo político de la presidencia del demócrata Johnson, heredero del malogrado Kennedy, a Nixon. Imaginemos latiendo de fondo la Guerra de Vietnam y el apogeo de las teorías sobre los medios de Marshall McLuhan.
En un peculiar ensayo en el que el filósofo Walter Benjamin enfrentaba las categorías de narración (en su vertiente oral y épica) y la de novela (como producto moderno de la sociedad burguesa),  afirmaba que “En medio de la plenitud de la vida, y mediante la representación de esa plenitud, la novela informa sobre la profunda carencia de consejo, del desconcierto del hombre viviente”. ¿Reflejo, en cierta medida, la novela, del ser moderno y de la mutación de la gran narración legitimadora, de su pérdida definitiva? ¿Espejeante lámina de una expresión carente de consejo por la aniquilación de los valores y triunfo de la lúcida percepción del escepticismo? Muy pertinentes, de todos modos, estas reflexiones para aproximarnos a la lectura de la novela de Don DeLillo, como veremos al final.
Americana está dividida en cuatro partes que se corresponden de modo aproximado con cuatro estadios en la evolución del personaje principal y narrador: David Bell. Éste, joven directivo de una cadena audiovisual, aparece inmerso en una cobertura soporífera, donde las sensaciones de hastío y aburrimiento rigen cada acción. De hecho, la primera frase de la novela nos introduce ya en esta suerte de monotonía: “Llegamos entonces al final de otro año aburrido y cetrino”. Este desvalimiento de la existencia pretende salvarse mediante el recurso a un continuo de estímulos como el sexo con múltiples mujeres, sin llegar a instaurar ninguna relación que dure más allá de esa entrega gratificante de los cuerpos. Aunque la obra está  narrada por el propio protagonista, la dimensión del tedio se torna colectiva por cuanto el resto de personajes, de maneras muy diferentes, se abisman en problemáticas análogas a las de David Bell: el amor no existe o, en todo caso, se trata de un producto prefabricado más con fecha de caducidad estipulada. El sexo es concebido entonces como una tabla de salvación, pero su práctica permanente lo automatiza, haciéndose hábito y despojando el posible componente de transgresión o desvelamiento que pudiera tener. Reducido a un convencional ritual de seducción, constituye un síntoma más de un confinamiento alienante. No el acceso al otro como un enriquecimiento del ser, sino una mera manifestación ególatra de satisfacción propia: “La ciudad estaba llena de personas que buscaban al hombre o a la mujer que podría salvarles”.
La segunda parte de la obra es un largo flashback, sustentado en numerosos saltos temporales fraccionados, sobre la infancia y la adolescencia de Bell. Intermedio narrativo en el que se ofrece una cuidada disección de la genealogía mental del personaje, de las experiencias decisivas que conforman su historia, esbozando meticulosamente el esqueleto de su carácter. En la tercera, ya asistimos al hecho decisivo de la novela: ahíto, David pretende huir de sí mismo a través de un proyecto audiovisual consistente en rodar un documental sobre los navajos; esto servirá como pretexto para ese escape. El rodaje de una película sobre sí mismo le llevará a penetrar en un frenesí creativo. La cámara irá absorbiendo fragmentos de secuencias que suponen una indagación: pasado vivido e imaginado confluyen en una búsqueda que se resiste. La película de su vida será, pues, recapitulación, ajuste de cuentas y tentativa de entendimiento. Una de las grandes reflexiones patentes en la obra es, precisamente, sobre el poder de configuración que acarrea la imagen: filtra e implanta visiones del mundo, perspectivas. La existencia termina absorbiendo modos de los medios, refleja sus mensajes (y no a la inversa); cualquier acontecimiento puede entonces simular un déjà vu mediático: nos suena porque lo hemos visto proyectado en una pantalla. Como llega a aseverar David: “Los impulsos de los medios de comunicación iban alimentando los circuitos de mis sueños. Uno piensa en ecos. Uno piensa en una imagen construida a imagen y semejanza de las imágenes”. En este sentido, la introducción en la propia narración de descripciones de programas televisivos, anuncios publicitarios y, sobre todo, del pensamiento del protagonista tamizado en las  secuencias fílmicas de la película que va grabando, apunta no sólo hacia un recurso estilístico interesante, sino poderoso por cuanto da medida del influjo de lo audiovisual en nuestra contemporaneidad. Existe una confrontación de representaciones entre la memoria recapitulada y la reelaborada por la imagen: la subjetividad de la segunda reconstruye en todo su volumen la introspección propuesta, dotando de un nuevo discernimiento al pasado, impuesto o reinventado por la mirada que compone detrás de la cámara.
La prosa de Don DeLillo demuestra una gran capacidad descriptiva: las frases delinean y pasan lo mismo de los gestos y conductas de los personajes al mundo inerte de los objetos y ambientes, de las impresiones a la interpretación. DeLillo se muestra ya, desde esta primera novela, como un retratista minucioso e imaginativo, poniendo en escena personajes habitados por historias únicas que rehúyen cualquier estereotipo, verdaderos manantiales de diálogos vivísimos, fructífero dispendio de ingenio. Asimismo, tanto en los diálogos como en los párrafos donde Bell condensa aspectos de su vida, DeLillo usa la yuxtaposición de frases que refieren hechos o temas en apariencia inconexos para retomarlos ulteriormente, como si de una espiral se tratara. Su máxima expresión halla cabal medida en las emisiones del programa radiofónico que lleva un conocido de David, Warren Beasley: delirante conjunción verbal de agudeza y procacidad.
Se suele calificar a Don DeLillo como un narrador posmodernista. No entraremos a discutir esta etiqueta nebulosa cuya definición ambigua, por parte de algunos críticos, ha servido como cajón de sastre que todo lo abarca (para empezar, el mismo debate de si supone una ruptura con el modernismo o la continuidad en ciertos aspectos, o también la coexistencia de un posmodernismo crítico y conflictivo con uno acrítico y superficial). La imprecisión llega al punto de considerar como posmodernismo tanto una narrativa caracterizada por ciertos factores estéticos concretos (la metaficción, oposición al realismo, relevancia de la ironía y lo paródico como marcas presentes en el pastiche, etc.), como por aludir al entorno extratextual que se define como posmoderno, o, incluso, a utilizar como categoría historiográfica  la posmodernidad, en la que se desarrollaría la obra de ciertos autores, entre ellos DeLillo. Sí referiremos, en cambio, una característica visible en Americana y que entronca, en alguna medida, con una concepción posmoderna: prevalece una noción de lo inconcluso que se traslada al tejido de la trama; la red de nodos de acción y conflictos de la novela, como la vida del protagonista, está en el propio empeño de su búsqueda o su discurrir, lo cual, amén de un hecho tautológico, niega la resolución: no nos socorre un significado último que legitime ni la trama ni la visión del mundo que pueda desprenderse de la misma, más allá de esa imposibilidad de cierre. ¿La carencia de consejo de la que hablaba Walter Benjamin?
En la última parte de la novela, emancipado de cualquier atadura a su anterior forma de vivir, David Bell parte en busca de algo, el viaje prosigue. Pero ese algo buscado resulta una entidad casi metafísica y circular. La construcción del sentido está en el propio existir que lo rastrea, no en un principio teleológico externo. Como si de un uroboros fuese, las carreteras, los espacios y las gentes le revelan a David Bell la ausencia misma de revelación. Y esa lucidez extrema quizás sea ya haber columbrado las formas que laten fuera de la caverna.

viernes, 3 de mayo de 2013

Historia encarnada en diálogo: Los cuadernos de Marta

Parte del texto leído en la presentación de la novela Los cuadernos de Marta, de Isabel Medina, en la Feria del Libro de Adeje 2013



¿A qué nos remite el título de esta novela? Marta inicia la escritura de los cuadernos aludidos en el título para buscarse a sí misma, para interpretarse e interpretar el rumbo que ha adquirido su vida en contacto con unos jóvenes maestros recién llegados de la Escuela Normal de Magisterio a su colegio: Lola, Víctor y Pedro. Pero este libro es más que los meros cuadernos de esta maestra, pues hay textos que se van intercalando, como las cartas que Pedro le remite a Marta desde La Palma (una vez que ha finalizado el curso escolar) o fragmentos en que una desconocida voz en tercera persona nos narra los acontecimientos. Tenemos, de esta manera, una obra cuyo esqueleto primordial son estos cuadernos de la protagonista, pero en la que se insertan otras voces, otras visiones, configurando un mosaico, una imagen poética de la colectividad, con sus antinomias y sus albores.

Los cuadernos de Marta - Isabel Medina

 Aunque esta novela está habitada por la historia reciente (finales de los setenta) de España, y de Canarias en particular, no es una novela histórica al uso. Más bien podría asimilarse a una Bildungsroman; esto es, una novela de formación. Pero con una peculiaridad: el personaje principal no es una adolescente, sino una mujer joven (ya con treinta años), con una conciencia formada (o deformada si seguimos a Nietzsche) por las experiencias vitales y sociales que ha tenido durante el franquismo. Cabría incidir en la necesidad de que la narrativa aborde ese convulso y apasionante período histórico de la transición democrática. En nuestra literatura no escasean las obras ambientadas durante la guerra civil o la posguerra. Piénsese, por ejemplo, y por citar sólo dos casos sobresalientes, en El barranco de Nivaria Tejera, y Guad, de Alfonso García Ramos. En la primera asistimos al abismo de crueldad que instaura el alzamiento militar franquista y sus efectos sobre una familia; en la segunda, y con una técnica coral, se narra la evolución del franquismo y sus nefastos resultados: miseria, emigración, abuso de poder... Los cuadernos de Marta, en efecto, y como aseveramos antes, recuperan del olvido los entresijos contradictorios de una época marcada por el hierro y la esperanza, toda vez que ya ha transcurrido tiempo suficiente para abordarlo sin concesiones partidistas, tomando la requerida distancia histórica de los hechos.

Una pérdida, una enorme pérdida, será el punto de arranque -aunque más sugerido que narrado explícitamente- de una crisis en Marta. Crisis personal que desembocará en el redescubrimiento de sí misma. Nosotros, los lectores, asistimos, pues, a esta reformulación de sus propias convicciones al mismo tiempo que la historia entra por los poros de la novela y habita la piel sensible de Marta. Pero la trama no se constituye en un subterfugio de la narradora con fines meramente históricos, sino que es vertebrada a través del diálogo, de las numerosas conversaciones que mantiene Marta con sus nuevos compañeros en el colegio del valle de Guaydil (un singular espacio imaginario que se erige en representación de cualquier espacio físico de la isla, en encarnación pura del lugar habitado, como hiciera ya Alfonso García Ramos en Guad al ubicar la acción en el valle de Tenesora): unos chicos recién salidos de la universidad, más jóvenes que ella y portadores de ideas de cambio en todos los órdenes. Así, el diálogo se convierte, realmente, en el motor de la narración, tanto por su relevancia formal como por el significado que suponen esas largas noches de discusión y debate para los personajes involucrados. Hay, por tanto, una concepción de la conversación como elemento capital en la instrucción, en el aprendizaje, que sería vehiculado mediante el hecho de compartir la palabra con el otro, con los otros. Revalorización del diálogo, decimos, que apunta hacia una de las raíces más fecundas del pensamiento filosófico y educativo de nuestra cultura occidental. Me refiero, claro está, a la centralidad del diálogo en el corpus de la obra platónica, donde la dialéctica implicada en esa fórmula entraña un proceso de conquista y desvelamiento compartido de la verdad. El proceso de aprendizaje como tarea común que emprendemos con los demás. Recordemos la centralidad de la educación en la cosmovisión del sistema platónico: el hombre o la mujer que han descubierto la verdad desarrollan, en virtud de su nexo común con los demás sujetos de la comunidad, un afán por compartir ese conocimiento. Conocer y amar como pares implicados en la filia, la querencia, la amistad, en suma. Incluso podríamos vincular aquí este desocultamiento de la verdad, la alétheia, como un mostrarse, un revelarse lo verdadero que subyace escondido o malinterpretado, y la humana necesidad de expandir ese desvelamiento. O, si se quiere, observarlo tal cual acaece en Los cuadernos de Marta: el desocultamiento de la verdad como un proceso de revelación colectivo. Y esto es lo que vemos en la novela, pero no petrificado como pura teoría, sino como diálogo vivo, que respira, iluminante e iluminador.

Los cuadernos de Marta II - Isabel Medina

Podría entreverse una correlación entre el papel de Marta y la sociedad española entera. Ella ha llegado a la treintena imbuida en la deformación educativa obrada por el lastre de la dictadura, y descubre la libertad del pensamiento, su inmensa capacidad de reflexión y crítica. Se lamenta de haber arribado, quizás, un poco tarde. Y así, la sociedad española de finales de los setenta, que descubre, casi de golpe, los aires de un nuevo sistema con una reformulación del ser social en el entorno de un régimen democrático. Hay una lección capital en el conflicto de redefinición de sí misma que hace Marta: no hay que tener miedo al cuestionamiento, pues la existencia implica este permanente aprendizaje diario. Vivir es experiencia y pensamiento sobre esa propia experiencia y sobre el propio ser. Y el ser es dueño de una plasticidad que se materializa a cada instante: debemos aprovechar esta capacidad de aprender todos los días, ejercitar la pasión lúcida que comporta la crítica. Y, además, considerar que esta capacidad no tiene fronteras espaciales ni temporales. Rememoremos, a este propósito, cómo el filósofo Epicuro invitaba a su discípulo Meneceo en una carta: "Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma".

Marta y el resto de personajes se enriquecen mutuamente. Las ideas encarnan y se hacen acción histórica, contexto. Este grupo de jóvenes maestros hablarán lo mismo de Fyffes, de la Iglesia y su papel durante el franquismo, de la transición, de personajes históricos del momento como el Ché Guevara, Antonio Cubillo, que de fenómenos como el nacionalismo, la descolonización de África, aspectos como la posición de la mujer en la sociedad y la progresiva conquista de sus derechos, y, por último, la literatura. Y es que por estas páginas desfilan Tagore, Neruda, Celaya, Galeano, Lorca, Machado, Miguel Hernández y tantos otros.

Uno de los personajes más relevantes en la novela, Pedro, ser inquieto y de una tremenda curiosidad, que muestra una cosmovisión compleja de lo real, intuye que lo humano abarca múltiples facetas y que ninguna de ellas puede absorber por entero al ser, pues siempre está en juego el desarrollo pleno del individuo. Escribe Pedro a Marta: "Todo lo que atrape la totalidad del ser humano, la complejidad de la existencia, creo que no es bueno. Es como si te pusieran orejeras y ya no pudieses ver de la vida más que lo que alcanza el estrecho ángulo que los gurús, sacerdotes o líderes, te permiten".

Al finalizar el curso que tanto supondrá para el pequeño grupo de maestros, Pedro va a su isla natal, La Palma, y desde allí remite periódicamente cartas a Marta, que firma con esta singular frase: "El que no es". Esto apunta hacia una idea del ser humano como criatura incompleta pero llena de potencialidades, que puede emprender un proceso de permanente enriquecimiento personal, contribuyendo así a la síntesis de una colectividad mejor. Ser humano no es un estado al que se llega ni se define por su estatismo. Muy al contrario, ser humano comporta múltiples movimientos, definiciones parciales, fuerzas que tiran en sentidos distintos. No es un espacio que se conquista sino una edificación diaria. 

La historia es, en definitiva, ese terrible y maravilloso presente en que cada ser humano moldea la vida con el único material que le proporciona el universo: el tiempo.




lunes, 1 de abril de 2013

Hamlet Post Scriptum: siete notas al margen


Hamlet Post Scriptum - Roberto García de Mesa

0
Marcelo: ¿Se ha vuelto a aparecer eso esta noche?

Diré lo que esto no es: no es un comentario, ni una reseña. No hay voluntad interpretativa alguna, sino constatación, texto que se quiere testigo. Nace de la visión, el sábado 23 de marzo, de la representación de la obra Hamlet Post Scriptum, de Roberto García de Mesa. Escribir en los márgenes del texto mental. Escribir mientras se observa la obra. Estas líneas son el rescate imposible de un pensamiento que fluye mientras se asiste a la representación. Hamlet Post Scriptum: despliegue de la obra que nos brinda una conmoción multisensorial. Todo lo que es profundo ama la máscara, Nietzsche dixit.
"Además, una cosa es y será siempre la aspiración del método científico al enunciado o formulación de leyes generales a partir de experimentaciones particulares, y otra, como ya hemos dicho, la rebeldía que tiene justamente la creación artística tan pronto como aparece la ley en el horizonte". (Antoni Tàpies: El arte contra la estética).

I
Hamlet: (...) el teatro es la red / que atrapa la conciencia de este rey

Al principio de lo creado fue la felación. Interpelar [meta-representación: somos parte de este diálogo porque el monólogo de Hamlet es un orbe que nos incluye]. Todo delirio es demencia creativa. Dios está encerrado en su enajenación y desde allí vomita su rencor.

II
Horacio: Sus fantasías le trastornan

Hay un trauma. Sí. En este sentido aquí está Hamlet. Su pesadilla, su construcción. Hay una mente y un trauma. Su madre. Pares amor/odio, rechazo/sustitución, expulsión e inclusión de la personalidad materna. Un Hamlet posthamletiano. Hay una carcajada muy profunda habitando el trauma de Hamlet. Una relación casi incestuosa: madre y Hamlet se distancian por un usted formal. Ella cose su mano: herida supurante, vagina acaso. Hamlet Bebe. Hamlet es un trauma. Papiro y reflexión.

III
Espectro: (...) / se atrajo a su lascivia ignominiosa / el deseo de una reina honesta en apariencia

¿Dónde está el padre de Hamlet? Su sombra se cierne sobre el hijo. Follar así. Con su padre, con otros. ¿Han pensado en follar Hamlet y su madre? La infancia y los gritos. Hay una máscara porque Hamlet no es, obviamente, Hamlet. Es la máscara de una concebida muerte. Hamlet ya está muerto y desde el infierno de su mente reconstruye este drama. Que mueve a risa. Hamlet danza y juega encima de las cenizas de su padre. Baloncesto. Juega a baloncesto.
El ser se refleja en los otros y dialoga con ellos al hablar consigo mismo. Monólogo: conversación de un ser imaginario con un yo múltiple que nunca alcanza a definirse como unitario. Hamlet es su propio fantasma.

IV
Hamlet: Los tiempos se han dislocado (...)

Hamlet finge. Finge ser su padre y su madre. Maquillaje, pintura de labios. Los fantasmas también muestran sus máscaras. Profundidad del deseo que no calman los sorbos de cerveza. Hay voz. Destruir es una forma de inventarse: toda ruina es el punto cero de la generación.

V
Hamlet: Claro: tal como va el mundo, ser honrado es ser uno entre diez mil

Europa: dragón incómodo que absorbe. Burocracia y jaula. El lenguaje no sirve y si. Pero. Puede saber. Quién. El poder aísla, corroe, infecta. ¿Contrapoder en este alboroto naciente? Desnudarse ante el público o fumar, gritar. Formas de la libertad y de ser. Pero sólo se es si el ser no es su esencia, sino accidente, contaminación, fragmento. Aquí se palpa vida, organismo.

VI
Rey: (...) / la nación está descoyuntada y en desorden

Toda teoría es fallo sistémico. Antiutopía. Los sujetos pululan como híbridos de práctica y teoría. [Pienso en la hibridación que se da para constituirse un orbital molecular. Pienso en los orbitales sp3.]. Arte: conjunto, anatomía. Hibridación: enriquecimiento del lenguaje teatral. Riesgo, aspiración al riesgo. "Yo sé, en todo caso, que las naturalezas más excelsas son las menos puras" (Longino: Sobre lo sublime).
La palabra poética encarna en la representación. Verbo que se hace cuerpo, acción, gesto. Estoy borracho de tanta belleza, Hamlet dixit.

VII
Hamlet: Y un sueño es una sombra

¿Quién es capaz de entrar en lo real? ¿Qué es lo real? ¿Llegamos a penetrar lo real alguna vez? [Pienso en Lacan, en su definición de lo Real: ¿reescritura, pues, de lo imposible de escribirse?].
Europa. La crisis. Construcción económica de Europa: no la idea cultural o social: el imperio de lo económico. Europa: tejido necrótico.
Metalepsis: nos intercambiamos silla y escenario porque la revelación entraña este habitar distintos niveles ontológicos. Somos nosotros al ser tú, Hamlet.

Daniel Bernal Suárez