La mala hierba. Lu Xun. Bartleby Editores. Traducción de Blas
Piñero Martínez.
La actividad creativa de Lu Xun (1881-1936) se desarrolló en el
primer tercio del siglo XX, en la China de la república sometida al
dominio parcelado de los llamados señores de la guerra.
Aparte de La mala hierba, concebido entre 1924 y 1926, y
publicado por esos mismos años en revista antes de ser compilado en
libro y editado en 1927, sobresalen en su producción la escritura de
Diario de un loco (1918) y La verdadera historia de AQ
(1921), ambas obras vertidas al castellano.
La mala hierba - Lu Xun |
La mala hierba consta de veintitrés poemas en prosa más la dedicatoria. Esta edición de Bartleby recoge, además, el prefacio que se proyectó para la primera edición inglesa, así como algunos textos de Soliloquios que fueron simiente del poemario que comentamos. El lector atento agradecerá las noticias proporcionadas por las notas del traductor, y deplorará las erratas, llamativas dado el cuidado de la edición.
En la Dedicatoria
leemos: “Yo adoro la mala hierba y no puedo soportar que sirva
únicamente para decorar el suelo”. Desde este primer movimiento
asistimos a una vindicación de lo marginado o zaherido, de esta mala
hierba que crece en medio de la putrefacción y que el poeta ensalza
por cuanto es portadora de vida. Testigo frente a los ciclos de
nacimiento y muerte que se suceden, la mala hierba coloniza de modo
transitorio y efímero un espacio sin dejar de dar cuenta de la
magnitud del existir, especialmente de sus aspectos más acerbos. La
hierba viene a simbolizar lo
menospreciado, frágil y astroso. Fomenta conmiseración en el
sujeto poético. El anuncio de la Dedicatoria tiene su
contrapunto en poemas como Una noche de otoño, La nieve,
El buen infierno ya perdido para siempre y es retomado en la
última composición, Despertar, siendo entonces vehiculado a
través de la imagen de una juventud intrépida que inaugura una
subversión de valores por la manifestación de la crueldad o la
sangre como trazos de un nuevo vitalismo.
El conjunto de piezas del volumen
responde a diversos ejes temático-formales, entre los cuales
podríamos enumerar un breve núcleo centrado en la vertiente
emocional del yo, en el que prepondera el tono confesional, la
ternura asociada a los recuerdos (así en La cometa o La
hoja seca prensada), y un cierto lirismo en exceso
convencional. Hundimiento en la oscuridad y lo sombrío, errancia en
la noche oscura. La confesionalidad en algunos poemas se
sustenta sobre un yo poético decadentista y apesadumbrado, como en
La esperanza o La despedida de la sombra. Otros poemas
entrelazan el yo y el mundo, y su lenguaje va cargado de un gran
componente alegórico, indagando con frecuencia en la metamorfosis
valorativa que apuntábamos a propósito del simbolismo de la mala
hierba; en tercer lugar, textos que suponen una reflexión ética,
expresada en un lenguaje directo (verbigracia, Expresar una
opinión, acerca de la
complacencia que nos depara la mentira halagadora y la
cólera espoleada por
la aspereza de la verdad) y, finalmente, y quizás los más
numerosos, una serie de sueños donde predominan la fantasía y las
analogías de corte onírico. Entre estos últimos descuellan El
epitafio y Después de morir.
Los recursos estilísticos
más utilizados son las repeticiones y los paralelismos, las
simetrías ocasionales, que coadyuvan en la generación de una
percusión rítmica, casi ancestral. Otro rasgo destacable es el
narrativismo, presente con cierta profusión, que emparienta algunos
textos más con microrrelatos que con poemas. Pero he aquí que nos
topamos con uno de los problemas fundamentales del poema en prosa que
colinda, por un lado, con el relato y, por otro, con el aforismo o
fragmento. Como elemento definitorio que distingue al cuento
lírico del poema en prosa se arguye con cierta asiduidad la dosis
argumental. ¿Pero qué dosis argumental ayuda a situar la obra
en uno u otro género? Registremos dos consideraciones previas. Las
antologías del género, cada vez más estudiado en nuestro país,
han incluido lo que podríamos juzgar como cuentos en no escasa
medida. De igual manera, los mismos orígenes del poema en prosa lo
han moldeado como una escritura en libertad que supone, en muchos
casos, rupturas con preconcepciones rígidas del género en cuestión.
Pensemos, por ejemplo, en uno de los momentos germinales, El
spleen de París o Pequeños poemas en prosa, de Baudelaire, que
prefigura ya un repertorio de posibilidades que van desde lo casi
ensayístico hasta lo narrativo. Asimismo, si bien es cierto que
existe una corriente del poema en prosa con mayor incidencia en la
estampa impresionista, la condensación y el esencialismo, también
lo es que, al menos desde cierta línea que inicia Baudelaire, ha
estado vinculado a la expresión de la modernidad espacial por
antonomasia, a su encarnación vital en la ciudad y lo urbano, y
asediado por la mixtura con la narración. En este sentido podría
hablarse de una tendencia discursiva en el poema en prosa (como
ha referido el filólogo Benigno León).
Mala hierba: dícese de aquella especie vegetal que compite con
plantas cultivadas o que resulta ponzoñosa. Sin embargo, su carácter
como tal es relativo: en algunas regiones son consideradas malas
hierbas especies que, en otras geografías, se ponderan como alimento
o por sus propiedades terapéuticas. En un poema fechado en 1884,
Emily Dickinson escribía: “La Estirpe de la Miel / No preocupa a
la Abeja - / Un Trébol, para ella, siempre es / Aristocracia -”.
Esta osadía de reivindicar los vástagos simbólicos agraviados por
la historia, atestigua una afinidad con la profanación y con el
éxtasis que comporta conculcar los dictámenes y edictos.
Inventariar las posibilidades de la vida y erguir sus monumentos a lo
olvidado, supone acometer una revisión del ultraje y, quizás, la no
imposible vía para refutar la subyugación de lo evidente. Lu Xun,
como Nietzsche, como Baudelaire, aunque
sin la agudeza de uno ni la sensibilidad del otro, perteneció
a esa honrosa estirpe del inconformismo. En La mala hierba
irrumpe una brizna incipiente de ese horizonte.
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