El Ángel esmeralda - Don DeLillo |
El ángel Esmeralda. Don DeLillo. Editorial Seix Barral.
Traductor: Ramón Buenaventura.
Publicado originalmente en Culturamas.
Si recordamos el célebre aserto cortazariano según el cual el
cuento se asemejaría a la fotografía y la novela a una película,
pudiera entenderse que la única posibilidad del relato sería,
entonces, la del fogonazo, la pura concentración. El desarrollo de
la existencia, con sus altibajos y sus accidentes geográficos, le
estarían vedados al cuento, siendo su seno natural la novela. Cabría
recordar cuán a menudo las hipótesis creativas de los autores sólo
sirven como pretexto explicativo de la obra propia y que, gracias a
la propia dinámica evolutiva de la cultura y de los grupos humanos,
todo aserto sintético adquiere estatuto de virtualidad, superándose
o siendo negado por los propios hechos culturales. Así, verbigracia,
El ángel Esmeralda, conjunto de relatos del novelista
norteamericano Don DeLillo, coincide parcialmente con la máxima
cortazariana: el relato es fogonazo, sí, pero también transcurso,
dilatación, vívida recolección apretada y/o secuencial de
existencias anónimas. El poderoso ejercicio narrativo que DeLillo
despliega en estas nueve narraciones nos brinda microcosmos
fascinantes.
En los nueve relatos que
componen este volumen, DeLillo genera unos personajes que se ven
enfrentados a situaciones límites. Narraciones tensas en las que la
textura del propio relato se amolda a las emociones que experimentan
los personajes. El escritor norteamericano modula y dosifica
sabiamente el ritmo narrativo: cada cuento, aun el de factura
aparentemente más insulsa, simula un artefacto de relojería. Los
relatos configuran mundos narrativos con sus desajustes y
antinomias, potenciados por la gran capacidad descriptiva de DeLillo.
En algunos cuentos el autor va
reconstruyendo la vida de los sujetos mediante fragmentos
descriptivos de detalles que comportan una gran carga de
significación. Un recurso interesante es la utilización peculiar
que hace de las enumeraciones en algunos párrafos, así como los
ocasionales guiños irónicos, la aparición de segmentos
esencialmente reflexivos, hipálages asombrosas o el absurdo de
algunas situaciones. Por ejemplo, en el relato que da título al
libro, centrado en los personajes de dos monjas y una pequeña que
vive en los bajos fondos del Bronx, tras dibujar ciertos aspectos
ominosos de la vida de los habitantes de dicho barrio, vemos cómo
arriba a la zona un autobús con turistas europeos portando sus
cámaras fotográficas para rescatar quizás lo pintoresco de la
miseria; el autobús ostenta un letrero con la inscripción “Sur
del Bronx surrealista”. Una de las monjas, ante semejante
espectáculo, les increpa arguyendo que aquello no es surrealista,
sino realidad pura. Que lo surrealista es la presencia de aquellos
turistas allí. El absurdo, pues, como acto representacional y,
también, como conciencia súbita de los dobleces que la realidad
esconde, la coexistencia de contrarios que no se anulan. El relato,
tras la crudeza de lo que nos narra, finaliza con la síntesis
mediática de una fe menor, la fabricación casera de un mito.
Pasemos a comentar brevemente
algunos aspectos de estos cuentos. En Medianoche en Dostoievski
ocurren hechos hilvanados por la mera sucesión de los personajes, el
espacio y el tiempo. La historia parece un juego detectivesco basado
en la invención (un juego espejeante de intriga ficcional dentro de
la propia ficción), por parte de dos estudiantes, de la vida de un
sujeto al que siguen. En relatos como Creación o El
corredor se nos habla de las debilidades humanas; así, en
Creación asistimos a la angustia por la imposibilidad de
salir del paraíso tropical elegido por vacaciones y a una
sorprendente infidelidad (en cierto sentido, este texto exhibe
ciertas reminiscencias de Los cautivos de Longjumeau, de Léon
Bloy, que tanto agradaba a Borges y que éste veía como precursor de
Kafka). Atento a los conflictos de actualidad, La hoz y el
martillo explora el aislamiento penitenciario y la crisis
económica, así como la adicción tecnológica y el hiperconsumo de
información (uno de los recursos más interesantes es la conexión
entre dos niveles narrativos: dos niñas se comunican con el
personaje principal a través de mensajes secretos que envían por
televisión, en un programa de información bursátil). Acaso la
mejor pieza del volumen sea Momentos humanos de la Tercera Guerra
Mundial: por su ambición, por la alianza entre ese futuro
presentido con recelo y la presencia obsesiva de dos personajes
distintos en un ambiente estrecho y aislado, por sus fobias y ese
toque mágico de unas voces que dos astronautas reciben desde el
pasado. A su vez, el miedo es manifiestamente una de las emociones
más exploradas; en La acróbata de marfil se produce el
redimensionamiento de un miedo real por un terremoto, convirtiéndose
en una paranoia permanente por la posibilidad de su repetición; y en
Baader-Meinhof, otro de los cuentos imprescindibles de esta
compilación, el narrador comienza con una écfrasis que conjuga una
exposición artística y la reflexión sobre el objeto de dicha
exposición: los últimos instantes de la vida de los componentes de
la Fracción del Ejército Rojo; a la mitad del relato, un vuelco
narrativo evidencia cómo una pesadilla puede concretarse entre las
sombras de la rutina y su supuesta seguridad.
En El ángel Esmeralda
DeLillo crea núcleos primordiales de narración, casi como si se
tratara de huevos cósmicos o átomos primigenios que se desarrollan
dando lugar a microuniversos habitados por criaturas, espacios y
acciones singulares. Y, a partir de esos núcleos, explora una
amplitud de posibilidades de sumo interés, donde la tensión cruza,
a modo de mediatriz, la línea imaginaria que conforma cada texto.
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