domingo, 1 de mayo de 2011

Artículo en Espéculo

Una mirada a la esquina: el paraíso del lenguaje: artículo de un servidor aparecido en la Revista de Estudios Literarios Espéculo, donde analizamos someramente algunos aspectos relevantes del poemario Esquina Paradise, de Antonio Arroyo Silva, procurando una exégesis de la cosmovisión analógica que preside su obra, y el carácter eminentemente simbólico de su poesía, resaltando las principales líneas de fuga a nuestro juicio, tales como la vocación poética vista como aspiración a la comunión, la diversidad de las apariencias del mundo cuyo sentido escapa a la palabra pero halla sus vislumbres en ella y la poesía como pasión lúcida, sensibilidad y conciencia a un tiempo que puede deparar la apertura a la otredad.

martes, 15 de marzo de 2011

Las dos culturas y sus fluctuaciones

Ellos pensaron que los gemelos podían cortarse en pedazos y juntarse otra vez.
Popol Vuh

Amar a dos, y a entrambas con fineza,
amor es, y el amor más entendido;
que más firme será contra el olvido
si en dos basas estriva su firmeza.
Antonio de Solís y Rivadeneira

He estudiado la filosofía y la música. Más que escoger entre las dos, siempre he tenido el sentimiento de estar buscando, en estos dos campos divergentes, una misma cosa.
Theodor W. Adorno


Las dos culturas y un segundo enfoque - C. P. Snow
La historia es capciosa o acaso frívola; se complace en espigar al azar hechos cuya soterrada conexión no se hace ostensible fácilmente o, por el contrario, se reparte y estalla en historias, ficciones múltiples y heterogéneas, impresas sobre páginas casi indescifrables. Y sobre esa red de palimpsestos, acuosa y proteica, los hombres indagan con fervor intentando hallar su propio rostro en esos códices laberínticos. De ahí el arco expansivo que parte de acontecimientos aislados y que dotamos de significado, y llega a esa urdimbre de milagros conceptuales que explora abstractamente los sistemas completos, la civilización. Buscamos sentido y, al entrever la particular simetría de unas arrugas o el sinuoso cauce de un río, compulsamos las singularidades y escribimos un vademécum de metáforas con el socorrido soporte de las regularidades geométricas; en el decurso de esos ejercicios, quizás olvidemos que aquellas líneas, aquellas climatéricas simetrías, se asemejan más a los meandros de nuestras propias circunvoluciones encefálicas que a cualquier otro fenómeno externo. De ahí el arco que se abre de la narración o narraciones al sistema, a la civilización: de la Geschichte a la Historie, desde luego.

Y dado que hemos de centrarnos aquí en un punto, intrascendente o no, de esas vastas constelaciones, podría servirnos de introducción temporal reflexionar sobre aquello que figura en la novela del escritor chileno Jorge Edwards, El sueño de la historia: “La historia como insidia, tartamudeó él: como forma de la chismografía”. Excúsenme por tan dilatada digresión previa cuya única exculpación bien pudiera sintetizarse, precisamente, en advertir que hablaremos a continuación de una emergencia insidiosa, de un chisme más entre la pululación de los discursos.

El mismo año que se producía la victoria de la revolución castrista en Cuba, fueron  publicadas El tambor de hojalata, Los constructores de imperios y El almuerzo desnudo, de Günter Grass, Boris Vian y William Burroughs, y se estrenaron los films Con la muerte en los talones e Hiroshima, mon amour, de Hitchcock y Resnais, respectivamente. Asimismo, en las ciencias, habría que apostillar el descubrimiento de la trisomía del cromosoma 21 en humanos, causante del síndrome de Down, por Lejeune y Turpin. Otro suceso, acaecido también en 1959, acaso más sombrío o baladí, pero no exento de cierta curiosidad, fue la pronunciación y edición de la Conferencia de Rede, dictada por el novelista y físico C. P. Snow, a la sazón considerado el introductor del término dos culturas para referir el hiato o divorcio que afectaba a la cultura humana en cuanto a la estricta, y artificiosa, separación entre las ciencias y las humanidades. Ciertamente, Snow venía a denunciar dicha separación en virtud de la incomunicación esencial que se producía en el seno de esos dos ámbitos de la cultura, y que lastraba el pensamiento entero de Occidente, así como la praxis ética y la acción encaminada a conocer y resolver los problemas más acuciantes de la contemporaneidad. Esta sima de incomprensión e ignorancia mutuas derivaba en la propagación de ciertos prejuicios y tópicos que concluían por erigir una imagen deformada de la realidad. Si bien la cultura humanística propendía a denostar los logros científicos, sesgando la información de manera que se obliteraran todos los elementos encomiables y se identificase la ciencia exclusivamente con su lado más nefando, un estudio del propio Snow arrojaba una nota negativa en sentido contrario: la cultura científica orillaba el conocimiento de la cultura humanística, especialmente literaria, en gran medida.

La conferencia de Snow esbozaba lo anteriormente expuesto. Pero iba más allá: su pretensión era doble: por un lado, denunciar esa separación de las dos culturas y enunciar el obstáculo que suponía para la conformación intelectual, creativa y práctica de las sociedades industrializadas, y, por otro lado, reivindicar la revolución industrial y científica en la que se veía inmersa una parte de la humanidad, como medio para socorrer a la pingüe masa de desfavorecidos socialmente y procurar la extensión de un mínimo grado de bienestar con carácter universal, incidiendo en aspectos básicos como la alimentación, la sanidad y la educación. Colijo, de las palabras del autor, que para él el conocimiento era una forma más de la praxis ética, por cuanto es imposible obrar justamente si la sociedad se encuentra escindida y la información circula interferida por trincheras de prejuicios. Snow indica que hay diversas y numerosas razones para la existencia divergente de las dos culturas, algunas de tipo social, otras de índole personal, y otras que atienden a la dinámica de la propia actividad mental. Amén de la elevada especialización que, si bien nos permite indagar profundamente en algún campo, nos coarta el conocimiento de todos los otros, o al menos nos expone a congraciarnos en la superficie y lo somero, y, por ende, nos hurta la necesaria e indispensable visión de conjunto. Uno de los mecanismos, acaso el más efectivo, que promovería esa división y que, simultáneamente, podría suponer la herramienta para erradicarla, sería la enseñanza. Snow no es utópico:
No hay, naturalmente, ninguna solución completa. En las circunstancias de nuestro tiempo, o de cualquier tiempo que podamos prever, el hombre del Renacimiento ya no es posible
Pero afirma, no obstante que
Los cambios en la enseñanza no resolverán por sí mismos nuestros problemas; pero sin esos cambios ni siquiera sabremos apreciar en qué consisten los problemas”.
La reformulación de los planes educativos, tanto a nivel elemental como superior, podría favorecer una convergencia de criterios entre ambas culturas, un diálogo posible en la común casa del lenguaje. Snow certificó la existencia de disciplinas vinculadas históricamente con las humanidades, pero cuya convergencia metodológica con las ciencias parecía ofrecer una pauta interesante de estudio. Se atrevió a referir la posibilidad de una tercera cultura emergente que superaría la dicotomía:
Es acaso demasiado pronto para hablar de una tercera cultura ya existente. Pero ahora estoy convencido de que esta cultura se aproxima. Cuando llegue, algunas de las referidas dificultades de comunicación serán por fin allanadas”.
No albergo anhelos de adivino o vaticinador, pero juzgo que el siglo XXI es el espacio natural de convergencia de todas las tentativas conducentes al maridaje y alumbramiento definitivo de esa tercera cultura, en gestación desde hace décadas en diversos momentos de expresión del arte y la ciencia, y en indagaciones filosóficas varias. De esas tentativas iremos refiriéndonos aquí en próximas semanas, aunque algunos apuntes apresurados pueden leerse aquí,  aquí y también aquí.

domingo, 13 de marzo de 2011

Opiniones de un payaso: la risotada crítica de Heinrich Böll

Opiniones de un payaso - Heinrich Böll
Opiniones de un payaso se articula como un breve recorrido autobiográfico que realiza Schnier, payaso joven pero venido a menos, tras la huida de su mujer coaccionada por el grupo de católicos en el que ella se desenvolvía, a la par que reflexiones continuas del protagonista sobre su realidad y el entorno. Durante el tiempo del relato, la acción queda reducida a diálogos que el payaso Schiner entabla con conocidos y familiares, casi todos a través del teléfono. El espacio singular del hablante en cuanto medita Schnier sobre sus circunstancias y su entorno, adquiere una arquitectura ciertamente crítica, pero teñida de un cinismo y sarcasmo que apenas abandona. En cada diálogo, en cada reflexión de este payaso, la ironía hiere al otro en su discursividad, esto es, desnuda de excusas, para rescatar la expresión de los versos de Rainer Kunze sobre la caída del muro de Berlín, a los otros y, al mismo tiempo, indica la medida de los fracasos del propio personaje, de su incapacidad supina para socializar y comprender a los demás. Y esta incomprensión no es gratuita: a través de la ironía y del sarcasmo, Schnier desanda el recorrido verbal y vital de las contradicciones de los otros. El cuadro general de la sociedad que exhibe la novela refleja la hipocresía anidando por doquier, factor principal que configura el ser de unos sujetos abocados a reiterar la estulticia, viviendo la condensación de contradicciones como elemento común. En efecto: la novela realiza un diagrama de la sociedad alemana de posguerra, de algunos individuos, de instituciones y grupos sociales en clave irónica. 
 
Una visión superficial captaría únicamente el drama del payaso como sustancia primordial de la narración, cuando en realidad podemos entrever que, en primer lugar, Schnier es, ante todo, una  perspectiva, un enclave visual de la realidad que selecciona, retrata, postula y deforma a su antojo el propio Heinrich Böll; y, en segundo lugar,  Schnier es un personaje construido por el propio laberinto de contradicciones del resto de personajes: en cierto modo, es su conciencia y, al mismo tiempo, su paroxismo vital. La tragedia personal del protagonista no está exenta de comicidad – todo lo contrario: la exige y la pondera-, mientras que los, en ocasiones, hilarantes diálogos que entabla Schnier resultan demoledores por su carga crítica. La ironía, en suma, no como forma del desdén del personaje hacia un mundo abstruso, sino como incisiva laceración discursiva en una encrucijada de valores inútiles y superfluos, o bien en franca oposición con otros valores también asumidos, o con las acciones presentes o la naturaleza pretérita de los individuos. 

viernes, 4 de febrero de 2011

La Salamandra Ebria

¿Qué es La Salamandra Ebria? Una revista literaria de creación y crítica. Intenta indagar y bucear en las más heteróclitas manifestaciones literarias desde una perspectiva ambivalente: pasión por los textos y rigor crítico. Proposición de lectura y análisis interpretativo. El título, huelga decirlo, proviene de un verso de un poema de Juan Sánchez Peláez. 

Dirigida por Daniel Bernal Suárez y Samir Delgado, pretende ser una atalaya en las tórridas aguas y en la inmensidad de la producción literaria contemporánea. Su manifiesto inicial abre posibles líneas de fuga, que no rígidos y dogmáticos presupuestos. 

Por las líneas de sus páginas corren escrituras diversas: desde la punzante y precisa poética de Víctor Gómez Ferrer, pasando por la luminosidad intensa de Antonio Arroyo Silva, el urbanismo desencantado y combativo de Víctor Yanes, la hondura trascendente que caracteriza la mirada y la expresión eminentemente sensorial de Iván Cabrera Cartaya, la sorpresa lúdica de los relatos de Óscar García, la sencillez líquida de Alonso Herrera de Abreu, la voz nostálgica y combativa de Samir Delgado, así como dos textos críticos, uno de Darío Hernández Hernández sobre los microrrelatos de Óscar García, y otro de Daniel Bernal Suárez sobre Fetasa, la insigne novela de Isaac de Vega.

Para adquirir la revista pueden contactar con los directores a través del siguiente correo electrónico: revistalasalamandraebria@gmail.com

Aquí les dejo con una breve crónica de la presentación de la revista, debida a Héctor Martín González:

Además de este vídeo, grabado también por el compañero Héctor, en el que los directores de la publicación leen el manifiesto del primer número, así como un poema de Víctor Yanes:

martes, 7 de septiembre de 2010

Analectas: Alberto Santamaría y la poesía como veneno

Poema envenenado Alberto Santamaría


"La poesía es de este modo, tal vez, un veneno más, donde lo estético como espacio y lo poético como sentido se funden; e incluso puede suceder que por muy listos que seamos en lo más profundo siempre haya una parte irracional que nos convierte en anfitriones en potencia para la información autorreplicante. ¿Será esta la relación original entre lo real y el poema?
(...)
La poesía se dirige, en su origen, al cuerpo. Ese es su problema. No es el discurso acertado, según el filósofo; carece de esa ciencia requerida, capaz de defenderse ante cualquier injerencia. La poesía está sujeta a la posesión y por ello hace imposible el conocimiento según Platón, hace opaca la verdad misma, la emborrona. Ahí reside su carácter venenoso, en su esencial corporalidad receptiva (y tendencia al falso conocimiento, a la ficción posterior). Un cuerpo que es origen de los sentidos, punto germinal de nuestra situación en el mundo, frontera y superficie. Pero cuerpo que se hará también discurso, esto es, discurso infectado y fronterizo.
(...)
Así, el poema traza su existencia en función de su necesidad de infectar, expandir, deshilvanar lo real, pero consciente a su vez de que lo real inocula en ese mismo acto de escritura, en ese mismo proceso, una enorme variedad de virus. El poema (el poeta) se dibuja así en función de sus posibles venenos. El veneno que nutre un poema estará de esta forma más acá de la poesía entendida como comunicación o conocimiento. Todo posible conocimiento, toda posible comunicación, depende efectivamente de ese virus.(...)
El poema, ya desde su origen puramente formativo, contagia a lo real a través de un lenguaje que comienza por desactivar sus relaciones primeras para regresar de nuevo, posteriormente, a su forma lingüística. En ese viaje de ida y vuelta el lenguaje entabla una nueva forma viral y definitiva: el poema."
.
ALBERTO SANTAMARÍA, El poema envenenado.  

Un poema de Antonio Arroyo Silva

Esquina Paradise: una ventana a la esquina furtiva del paraíso, edén del lenguaje. No en vano la expulsión de Adán y Eva se efectuó por comer de los frutos del árbol de la conciencia (Gn 2, 9) que no puede ser otro más que el árbol del lenguaje, de la conciencia en el lenguaje. Y Antonio Arroyo Silva, lo confirma: "La luz fue un estallido de conciencia" (Cañadas, p. 42 ). Dentro de este poemario, el autor sitúa su propia poética, que ya comentaremos en otro lugar y en otra ocasión: "La luciérnaga / encendida de sed, la luciérnaga / pintando de amarillo / todo el trigal de luz del pensamiento". Brevísima salutación verbal. Pero quisiera rescatar de Esquina Paradise el poema que considero más intenso, y donde Antonio Arroyo Silva poetiza sus propias meditaciones sobre el poema, sobre el lenguaje y cómo se encarna éste en un modo más de la respiración del sujeto, hecho ya forma misma del cuerpo entero del decir: el sujeto se dice y, al hacerlo, se funda en ese lenguaje; a su vez, la nominación le hace habitable el mundo y, mediante ella, interactúa con él, ya sea para rechazarlo, para interrogarlo o para buscar un punto álgido de comunión -que, al fin y al cabo, será una fusión verbal-. Aquí el poema de Antonio; su título: Las Palabras.
.
.
Las palabras no vuelven al poema,
el poema regresa a ser incendio.
Y una sed que me inunda tenuemente
como lluvia verbal que ha de partir
lleva sombra de nube en los zapatos
de aurora fugaz que sueña ríos.
.
Las palabras respiran mis pulmones
y dan aire al no-ser que me suplanta.
Extranjero del gesto de mi boca,
me descubro en el gesto del lenguaje
y me extraña sentirme cual gorrión
en la jaula atrapado por el canto.
.
Mas no-ser es el árbol que yo ansío.
Ser la ausencia ilumina el pensamiento:
respirar en el aire de las cosas
es ser yo con la forma y las raíces
de ese árbol sagaz que es horizonte,
de ese árbol mental que me descubre.
.
Las palabras que engañan al poema,
como al ojo al final del laberinto,
son palabras que llueven de la asfixia
y que apagan la llama que transforma
la mirada en un acto de la mente,
la mirada en el canto que me habita.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El Quijote y y el juicio antirromántico

El año 2005 se festejó, por todo lo alto, el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. Ya se sabe qué ocurrió entonces: publicaciones, ristras de páginas y páginas, tinta vertida con descaro y sin ella. Precisamente por la conmemoración, la revista de poesía editada por la Casa de América, La estafeta del Viento, editó una pequeña separata titulada Diccionario Quijotesco, donde numerosos autores (y algunos editores) valoraban ciertos conceptos y nombres del universo quijotesco. Como la novela misma de Cervantes, el diccionario en cuestión simulaba un pequeño caos donde la lucidez y el anacronismo se daban cita. A la reiteración de dictámenes ya clásicos, verbigracia, la frase final de la entrada escrita por Ángel González ("Una gran parte de la humanidad ve en él [en Don Quijote] la proyección de su propia imagen"), y a cierto regusto interpretativo heredado del período romántico europeo, me pareció ineludible contraponer una breve y punzante meditación de Rafael Cadenas que reproduzco a continuación (la entrada del poeta venezolano venía bajo el epígrafe Encantadores):
El libro principal de nuestro gran amigo Cervantes me parece hoy, en el fondo, una reivindicación de la realidad, la que de continuo le impone sus términos al protagonista derribándolo, abatiéndolo. Pero quienes la representan -Sancho, el cura, Sansón Carrasco y otros- son menos atrayentes, hasta considerados como anti-héroes, si bien ya se tiende a revisar ese modo de verlos. Ante sus constantes derrotas, don Quijote echa mano de un recurso lamentablemente usual en el ser humano: quitarse culpa, proyectándola en unos personajes invisibles, los encantadores, que "le mudan y truecan" sus cosas al valiente caballero. Pasa a ser víctima no de la imperiosa realidad, sino de encantamientos.
Esa presencia contundente de la realidad es de lo más zen del libro. Oponerse a ella y sufrir derrota tras derrota lleva a la cordura. Me interesa este aspecto por lo actual del mecanismo psicológico de la proyección, que suelen usar tanto personas como gobiernos, y por permitirme señalar el hecho de que siempre se ha exaltado el ideal pero no se ha visto su irrealidad, lo que ha traído consecuencias imaginables.
Aquí cabría engarzar el problema que ha planteado históricamente el utopismo por ausencia de pragmatismo, precisamente. La cuestión es que Don Quijote no es un modelo a seguir, y el hecho de que nos parezca digno de admiración es ya un hecho sintomático. No se trata de ser el barbero o el cura, sino de una instancia que, en pos de valores ideales innegablemente deseables, se fundamente en una praxis posible, coherente. Don Quijote vivió loco y murió cuerdo, como él mismo reconoce. El problema es que, para llegar a trabajar por valores justos, haya debido concurrir en él la enajenación mental. No era locura el querer ser caballero andante, sino el ver gigantes donde no los había o juzgar rebaños de ovejas como ejércitos. Una célebre frase de Oscar Wilde es significativa al respecto: "Un mapa del mundo que no incluya Utopía no merece siquiera la pena mirarse, porque excluye el único país en el que la humanidad desembarca siempre. Y cuando la humanidad desembarca allí, observa y, viendo que existe un país mejor, larga velas. El progreso es la realización de la utopía". Esto es, la utopía es necesaria, porque ella sustenta en gran medida no sólo las ansias de la humanidad, sino porque su defensa ha posibilitado en gran medida el progreso (concepto que merecería una discusión aparte). No obstante, dicho progreso, aun bajo la órbita del utopismo, ha ido acompañado de fenómenos y acontecimientos deleznables, ominosos. Y esos crímenes los han obrado los mismos que decían defender los ideales utopistas. ¿Por qué hemos consentido que ocurriera tal desviación del recto ideal? Porque mientras los ideólogos vueltos criminales -o viceversa- organizaban sus fechorías, muchos se dejaban engañar viendo gigantes donde sólo había molinos, degollando simples e inocentes corderos influidos por el vocerío de los ideólogos criminales que, anegados ya en su propia paranoia conspiratoria, querían hacernos ver violentos ejércitos. En cierto sentido, no debemos tomar a don Quijote como modelo ético dado que podemos incurrir en creencias sustentadas, no en los principios planteados idealmente, sino en intereses sostenidos hábilmente por duques perversos disfrazados de salvadores de la humanidad.

Encuentros en red: lo literario/digital

Juan Malpartida escribió en ABCD una breve, brevísima reseña del libro de Román Gubern Metamorfosis de la lectura, publicado por Anagrama. Muy reveladora es cierta resistencia final a asumir la digitalización de lo literario como sustento futuro (y aun presente). A pesar de anunciar cierta ineludibilidad del desarrollo e implementación de nuevas formulaciones de lo literario, especialmente en el ámbito de los dispositivos de lectura y cómo afectarán al propio hecho de leer, tanto Malpartida como Gubern insisten en la necesaria coexistencia de los formatos de libro electrónico y de papel, así como la prolongación de formas de lectura asociadas al libro tradicional. Así se pronuncia Malpartida:

¿Desaparecerá el libro tal como hoy lo conocemos por los ya actuales libros virtuales capaces de almacenar en una cuartilla de trescientos gramos (irá perdiendo peso) miles de libros o bien acceso, vía inalámbrica, a bibliotecas, periódicos, etc.? Román Gubern piensa que afectará sobre todo a los diccionarios, anuarios, enciclopedias y demás archivos, pero que con el libro tradicional ocurrirá como con la radio y la televisión, que convivirán ocupando sus respectivos nichos. Hay cualidades en el libro objeto que no asume el electrónico: fetichismo, sensualidad (al tacto, al olfato, a la vista), vínculo sentimental, diseño gráfico, resistencia al deterioro (toda electrónica es altamente susceptible de destrucción con los golpes y el agua, por ejemplo). Comparto su criterio, y no me imagino publicando un libro y comunicando por la red que lo he hecho, y que se puede descargar. Entrar en casa y no encontrarlo, ni el mío ni el de los otros, salvo si enciendo una pantalla con acceso a índices infinitos. Gubern, tras este atractivo e instructivo recorrido, con cuidadas definiciones de los conceptos principales, afirma la complementariedad de ambos soportes.
Fíjense en qué tipo de argumentos justificarían esa no desaparición o sustitución: casi todos de tipo emotivo-fetichista. Y ahora, jugemos a las cópulas por oposición, y consideremos las implicaciones y las orientaciones derivadas -y también las implícitas- en las reflexiones que vierte Vicente Luis Mora sobre:

- La Pantpágina

- El concepto de Internexto

miércoles, 25 de agosto de 2010

La tregua entre dos aguas oscuras: Benedetti


«Tiempo de tregua en que los dioses destructores y los dioses constructores se sientan a la misma mesa para compartir el mismo pan robado a los hombres»
Alejandro Krawietz


*
La tregua - Mario Benedetti
Esta novela de Mario Benedetti, La tregua, describe el impacto profundo que la muerte de un ser sería pertinente una discusión sobre los peligros que atenazan a la reducción que puede acarrear trabajar literariamente en los extremos de lo meramente local y particular (esto es, a la difuminación de lo inteligible en virtud de un lenguaje no compartido) y el universalismo, por la vía de lo común y típico (y la consecuente desustanciación por trivial de ese lenguaje)- deriva quizás de los personajes elegidos por Benedetti: seres que deambulan por las calles de un Montevideo que podría ser símbolo de cualquier ciudad moderna. Las singularidades se disfrazan en el carnaval de lo idéntico: formas petrificadas de lo vacuo y formas candentes de lo intenso copulan en esta obra para engendrar una rara estructura donde lo baladí puede ser percibido como tenso.
querido obra en la vida de un hombre cualquiera. La impresión de universalidad del relato -



Un hombre –Martín Santomé- embebido en una atmósfera de mediocridad y rutina, huraño y melancólico, cuyo único sentido vital parecería ser conseguir la jubilación, sufre una especie de transmutación al conocer a una joven –Avellaneda- con la que termina entablando una peculiar relación amorosa, caracterizada por la reclusión y que se ve abocada a convertirse en una suerte de amor idolátrico. Con paralela espontaneidad a como había llegado aquel ser que trastornó el movimiento declinante de su vida, desaparece bajo el signo de lo imprevisto, de una muerte fortuita.

Una vez consumada la pérdida, Martín Santomé advierte, con progresiva lucidez, que aquello que cifraba la experiencia amorosa con Avellaneda no era la felicidad, sino una tregua, un anclaje a tierra entre dos aguas oscuras. Es interesante notar cómo la concreción de lo meramente posible adquiere, en su consciencia, la naturaleza de lo irrevocable. Ese acontecimiento que a priori era simplemente contingencia, azar, probabilidad, al ocurrir, modifica su percepción del mundo, introduciéndolo en la consideración del destino, de lo ineludible. Y es ineludible, simplemente porque ya es pasado, ya no se es capaz de cambiarlo. La memoria de la pérdida, más que la pérdida misma, es la oscuridad invocada por el personaje.

Múltiples subtemas son tratados con simples trazos: la ausencia de amigos reales, la asunción del paso de los años, las costumbres del adulterio, la configuración rígida de los matrimonios con el transcurso de los años, el enquistamiento de la burocracia administrativa o el conflicto de asunción de la homosexualidad de los hijos.

Benedetti otorga a la narración de hechos cotidianos y aun triviales, mediante la gradación del tono y el recurso a la voz del propio ser que experimenta los hechos -utilizando para ello los apuntes que el protagonista plasma en su diario-, un carácter de tragedia en el sentido clásico, de intensidad creciente. El autor potencia la narración basándose en personajes y situaciones harto comunes, y ese transcurrir vulgar, anodino, es visto como un drama único. Cada hombre es el centro de su universo, y en ese espacio limitado pero diverso, cabe cualquier manifestación. Esta novela expone la noción de que, en la vida de cualquier hombre, tanto la felicidad como la muerte pueden encontrarse al acecho, próximas a aparecer inopinadamente. Sin embargo, la banalidad extrema llega, en ocasiones, a presentársenos como un hiato deletéreo que señala una divergencia inasimilable entre lo vulgar y lo sublime. No estoy tan seguro de que, como infiere José Miguel Oviedo en su monumental Historia de la literatura hispanoamericana, Mario Benedetti logre soslayar la simplificación ideológica y moral en virtud de la ternura y la ironía.

martes, 22 de junio de 2010

Desde la extranjeridad

Edmond Jabès
Un extranjero con, bajo el brazo, un libro de pequeño formato.

Libro de inagotables lecturas, palabra ardiente y punzante, múltiple y, sin embargo, siempre tan precisa, tan sustantiva y esencial. Valente decía que, al descubrir a Jabés, sucedió que le influyó no hacia su escritura por venir, sino hacia la formulación e interpretación de su escriura anterior y de su mismo ser como poeta. A mí me abrió la ausencia misma de la palabra. Me hizo enfrentarme a la más desoladora radicalidad expresiva.