domingo, 13 de marzo de 2011

Opiniones de un payaso: la risotada crítica de Heinrich Böll

Opiniones de un payaso - Heinrich Böll
Opiniones de un payaso se articula como un breve recorrido autobiográfico que realiza Schnier, payaso joven pero venido a menos, tras la huida de su mujer coaccionada por el grupo de católicos en el que ella se desenvolvía, a la par que reflexiones continuas del protagonista sobre su realidad y el entorno. Durante el tiempo del relato, la acción queda reducida a diálogos que el payaso Schiner entabla con conocidos y familiares, casi todos a través del teléfono. El espacio singular del hablante en cuanto medita Schnier sobre sus circunstancias y su entorno, adquiere una arquitectura ciertamente crítica, pero teñida de un cinismo y sarcasmo que apenas abandona. En cada diálogo, en cada reflexión de este payaso, la ironía hiere al otro en su discursividad, esto es, desnuda de excusas, para rescatar la expresión de los versos de Rainer Kunze sobre la caída del muro de Berlín, a los otros y, al mismo tiempo, indica la medida de los fracasos del propio personaje, de su incapacidad supina para socializar y comprender a los demás. Y esta incomprensión no es gratuita: a través de la ironía y del sarcasmo, Schnier desanda el recorrido verbal y vital de las contradicciones de los otros. El cuadro general de la sociedad que exhibe la novela refleja la hipocresía anidando por doquier, factor principal que configura el ser de unos sujetos abocados a reiterar la estulticia, viviendo la condensación de contradicciones como elemento común. En efecto: la novela realiza un diagrama de la sociedad alemana de posguerra, de algunos individuos, de instituciones y grupos sociales en clave irónica. 
 
Una visión superficial captaría únicamente el drama del payaso como sustancia primordial de la narración, cuando en realidad podemos entrever que, en primer lugar, Schnier es, ante todo, una  perspectiva, un enclave visual de la realidad que selecciona, retrata, postula y deforma a su antojo el propio Heinrich Böll; y, en segundo lugar,  Schnier es un personaje construido por el propio laberinto de contradicciones del resto de personajes: en cierto modo, es su conciencia y, al mismo tiempo, su paroxismo vital. La tragedia personal del protagonista no está exenta de comicidad – todo lo contrario: la exige y la pondera-, mientras que los, en ocasiones, hilarantes diálogos que entabla Schnier resultan demoledores por su carga crítica. La ironía, en suma, no como forma del desdén del personaje hacia un mundo abstruso, sino como incisiva laceración discursiva en una encrucijada de valores inútiles y superfluos, o bien en franca oposición con otros valores también asumidos, o con las acciones presentes o la naturaleza pretérita de los individuos. 

2 comentarios:

esquinaparadise.blogspot.com dijo...

Excelente reseña, Daniel. le das un toque de actualidad tan necesario.
No en vano la palabra persona viene del griego y hace alusión a una máscara especialmente diseñada para que la voz de los actores resonara y fuera escuchada. No era cuestión de identidad sino de escenificar un drama ( y que fuera oído).
La ironía es la mayor prueba de inteligencia y más en la literatura. Es un escolio genial.
Te apunto aquí lo que dice Leo Lobos sobre la banalidad:
“Hay que poner fin a este imperio del mal gusto y la banalidad; es necesario rescatar el verdadero humanismo que le devuelva la dignidad a nuestra condición existencial para que el ser humano no desaparezca en cualquier esquina de este mundo cada día más pequeño y más hostil a la vida”.
Un abrazo.

Daniel Bernal Suárez dijo...

Exacto, Antonio. La ironía como un arma crítica de la inteligencia. Y la máscara de la ficción como un mecanismo que nos desnuda de excusas frente a la barbarie o la doble moral. Una novela incisiva y mordaz.
Un abrazo.