domingo, 17 de junio de 2007

Tercer Congreso de Poesía (IV)

a) La otra mirada de lo insular
Tercer
Este apartado tenía una disposición diáfana de rastrear la contemplación de lo insular desde la lejanía, el sentir la isla en las afueras.
Congreso
El primer texto lo leyó Fermín Higuera, quien dotó a su intervención de un cariz poético sobre el sentir de la isla. En sus comienzos, aseveró el autor que «la identidad sólo se expresa desde donde no está la identidad», paradoja que acaso deje entrever dos hechos diferentes pero que podrían complementarse: en primer lugar, el escepticismo sobre toda forma de definición que, por naturaleza misma del proceso, resulta menguante. Entonces, al definir la identidad, se deja de ser y estar en ella misma. Y en segundo lugar, se vincula Fermín Higuera con la antinomia expresada en un pequeño poema en prosa del poeta José Manuel Caballero Bonald intitulado Demasiadas preguntas, que reproduzco a continuación para comentarlo al hilo de lo dicho:
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«Algún día no menos improbable que otros, cuando la petulancia ceda su turno a la apatía, podré saber quién soy. Pero tal vez entonces ya no quiera saberlo. Para qué voy a querer saberlo si quizá ese día no haya conmigo nadie que se parezca a mí. ¿En qué espejo que el tiempo habrá estragado se mirará mi semejante? Sólo se reconoce quien se olvidó de pronto de sí mismo. Aún convive el recuerdo enemistado con la historia».
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Las tres frases finales sustentan el poema, lo nutren de una tensión inusitada. Pero para el caso que estamos tratando, hemos de retener simplemente la que reza «Sólo se reconoce quien de pronto se olvidó de sí mismo». Queda patente la semejanza con el pensamiento de Fermín Higuera, y que quizás halle aclaración en una situación harto común y pedestre pero que tiene una vinculación metafísica: al contemplarnos en un espejo, alternativamente vemos en primera instancia un sujeto que se debate, como dice el poema de Caballero Bonald, entre la petulancia y la apatía del yo; sólo hay un instante, un momento fugaz y efímero en que podemos padecer un sentimiento de extrañeza con el ser que observamos, experimentamos entonces el exilio del ser [1]. Es ahí donde se inserta el «Sólo se reconoce quien se olvidó de pronto de sí mismo», ya que, ante la separación fulgurante de nuestra conciencia que se vuelve sobre sí misma para interrogarse, y que provoca un olvido del yo, es cuando surge de manera evidente la sensación posterior de ser nosotros ese tú que atisbamos, y que al fin se erige en un yo pensado y sentido.
Poesía
Posteriormente, en clave de simbolismo, Fermín Higuera sostuvo que «el mirar del isleño tiene más océano y cielo que tierra» y «el isleño respira la isla en el aire». Amén de otras sentencias como «la isla es como la primera respiración de la tierra». Toda este conjunto de paremias personifica una sensación continua de pertenencia al ser de la isla debido a que, como consecuencia de los límites impuestos por la propia geografía, se configura un imaginario donde parece imposible el desarraigo o el exilio de la isla más allá de lo puramente físico. La experiencia personal de Fermín le ha dado la contingencia de reasumir la isla desde el umbral de la distancia, que al fin y al cabo es donde opera el dominio de la memoria: he aquí que nuestro autor crea percibir que su isla ha menguado hasta una llama informe como Vesta, la diosa de la mitología grecorromana carente de representación antropomórfica, identificada con el fuego y que recibe un culto de índole doméstico. No de otra forma podría pensarse el epígrafe que coronaba su lectura: «Una parte de esa llama».
Canaria
El intitulado «Viaje a la isla de Tenerife» era la construcción lingüística de un documento que venía a emparentar a Rodolfo Häsler, poeta nacido en Cuba pero arraigado desde la infancia en España, con los discursos de otros insulares, los de esta orilla del Atlántico. La isla, dijo Häsler, era un estado anímico, entendida, claro está, en su especial configuración excéntrica. El abandono por parte de un ser insular de su propia isla cobra una relevancia de dimensiones insospechadas en cuanto a la creación se refiere. Podría seguirse la jacilla de este abandono en la escritura como una vivencia del exilio. Y es que, precisamente la isla, como la poesía, estarían formadas por idéntica materia: se hallarían, tanto la una como la otra, en aquello por lo que no son definidas explícitamente, es decir, en su propio exilio.
Tercer
Rafael Fernández Hernández efectuó un recorrido histórico de la vivencia de la isla como espacio creativo. El insular percibiría la isla como paraíso perdido: contubernio entre el refugio insular en consonancia con el espíritu y a la vez, el agreste cerrojo a la expansión.
Congreso
Por su parte, el poeta José Carlos Cataño enfatizó su crítica a las directrices impuestas por Valbuena Prat sobre la interpretación de la poesía canaria, entendiendo que esos presupuestos, aparte de falsos, aherrojaban la creatividad del autor, sumiéndole en una especie de erial.
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Por la coyuntura social que atravesaba Canarias cuando Cataño comenzó los estudios universitarios, hubo de trasladarse a la Península, obteniendo así una panorámica distinta del hecho insular, y manteniendo siempre esa sensación de exilio voluntario que queda grabada en no pocas composiciones suyas.
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Sabas Martín fue el que leyó la ponencia en último término, y a la que dio el significativo nombre de «Escribir la isla». Sabas Martín se aproximó a fundamentar el ser de la isla desde un plano exclusivamente subjetivo. Acarrearía la palabra «isla» con una plurisignificación dependiente en todo caso del origen y la naturaleza del sujeto de su pronunciación. En este sentido, la isla solamente verificaría un grado de autenticidad, acaso corporal, si su enunciación fuese necesaria.
Poesía
Sabas Martín aludió a que, en el proceso de expresión de la isla, el poeta acude a imágenes que conforman una historia que tiende siempre al mito; historia mitificada, pues, que siendo la misma, sería, paradójicamente, otra. Se hace evidente, entonces, que el propio ensillar la ínsula en la obra de Sabas Martín ha adquirido un rango de requerimiento interior, de espacio al que retorna permanentemente la memoria, y fundándose en ese acto creativo el poema con su carga de historia mítica y personal, a la par que el poeta propende, en función de su querencia natural hacia el reducido espacio geográfico que delimitan las aguas, a convertirse él mismo en una isla.
Tercer
Congreso
de Poesía Canariab) Nuevas formas de lo social en la poesía
Tercer
Especial atractivo supone la tentativa de una búsqueda para hallar remozados modos de expresar lo que generalmente ha sido designado como «lo social» en el seno de la poesía. Consabida es la corriente de desprecio que se ha forjado ante la llamada poesía social practicada en nuestro país a mediados del siglo XX (y no sólo en nuestras latitudes: fue una edificación poética nacida a raíz de la vivencia inmediata de las hecatombes que instituyeron las dos guerras mundiales). No obsta ello, a pesar del denuedo de sus detractores, para que exista una inquietud que intente encontrar respuestas a través de lo poético.
Congreso
Lara Cantizani no habló, sensu stricto, desde una perspectiva de la poesía social, aunque la rozase de forma tangencial. La mirada de este vate integró su experiencia, que podría calificarse de social, con algunos estudiantes. Tras su descubrimiento de la forma estrófica japonesa denominada haikú en el año 2004, acometió con sus alumnos una labor conjunta de la elaboración colectiva de estos breves poemas, encaminada al tratamiento de ubérrimas temáticas como las sensaciones transmitidas por el desastre que encarnó el ya conocido acto terrorista del 11 de Septiembre, así como aspectos ecológicos o las consecuencias de la violencia cotidiana. La fortuna acompañó su empresa de tal suerte que Lara Cantizani ha conseguido publicar, junto a sus alumnos, tres libros en años consecutivos.
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Pasó luego Cecilia Domínguez Luis a considerar la fertilización del pensar poético y de su acto generativo por la utilización de la ironía. El Diccionario de la Real Academia Española recoge en su vigésima segunda edición tres acepciones para el vocablo ironía:
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1. Burla fina y disimulada.2. Tono burlón con que se dice.3. Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice.
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Cecilia Domínguez hizo hincapié en la ironía (y el humorismo) como una estrategia del pensamiento que simula la conciencia del paso del tiempo y el absurdo de la existencia (no en vano los creadores afines a la escuela literaria del absurdo incluían siempre elementos irónicos en sus obras como Samuel Beckett, además de que lo absurdo nace posiblemente de lo paradójico de las situaciones vitales [2]). La ironía así comprendida asemejaría al sujeto irónico con el idealista en la actividad crítica y reflexiva por contraposición al humorista que únicamente pretendería extraer el lado risible de la realidad sobre la que se pronuncia.
Poesía
En nuestro ámbito inmediato, arguyó Cecilia Domínguez, la expresión de lo irónico como figura retórica, como método de indagación de la realidad y como actitud vital, quedaría ejemplificada por los nombres de Alonso Quesada y Luis Feria. Y abarcando un entorno literario lato, cabría apostillar asimismo la relevancia que llega a adquirir la ironía en la práctica del surrealismo, con sus imágenes oníricas que religan frecuentemente fenómenos conscientemente alejados, aunque, al parecer de Cecilia Domínguez, su hábito en el surrealismo resultase inocente y fragmentado. En cualquier caso, este -ismo propició una de las posibilidades que acarrea el trato con la ironía: la descarga o liberación.
Canaria
El texto escondido bajo el genérico rótulo de «La poesía humanista», leído por Juan José Delgado, defendía un posicionamiento en las inmediaciones de la poesía social pero aventurando una alternativa asaz sugestiva: la del intento de una percepción ética plasmada en la poesía desde lo individual y no desde un difuso nosotros. Como paradigma de esta alternativa refirió Juan José Delgado el caso del poeta Jorge Riechmann, quien conjuga en sus poemas todo un orbe de motivos afines y próximos a lo social, o a la denuncia, sin incurrir en los perentorios requerimientos de la plena y vacua comunicación directa. Prosiguiendo la aseveración de este costado encinto de posibilidades, el poeta y profesor Delgado insistió en su idea de no limitar lo social al realismo, tal y como se dio en nuestras coordenadas a mitad de la centuria pasada, sino en provocar su apertura hacia lo subjetivo.
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Un referente ineludible tratando el tema desde esta nutricia exposición era el de Paul Celan. El profesor Delgado aseguró que Celan revelaba una criptografía del padecimiento no hallándose en censura. Y comentó el señero poema conocido en español como «Fuga de la muerte» (de «Todesfugue» en alemán), redactado previamente en rumano y llamado entonces «Tangoul Mortii», que fue el primero firmado con el nombre de Paul Celan (recordemos que su nombre original era Paul Antschel):
Congreso«Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro venido de Alemania
te bebemos en la tarde y en las mañanas bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania su ojo es azul
te acierta con bala de plomo te acierta con precisión
un hombre vive en la casa tus cabellos dorados Margarita
nos lanza sus perros de presa nos da una tumba en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido de Alemania
tus cabellos dorados Margarita
tus cabellos cenicientos Sulamita»
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Se hace palpable en este fragmento del poema de Celan la respiración entrecortada y el ritmo intermitente que percuten en las imágenes que sellan una memoria velada: la del padecimiento invocado en la historia.
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Para finalizar, Juan José Delgado quiso manifestar su voluntad de renombrar este propósito inventivo desdeñando la calificación de poesía social, en favor de la ratificación de una poesía «humanista», en consonancia con una estética de lo humano y sus coyunturas, así como a guisa de seña y paráfrasis del lema de aquel ensayo de Jean Paul Sartre: El existencialismo es un humanismo.
Poesía
La polifacética artista Berbel redactó un conjunto de ideas bajo el lema de «Noticias sobre ética y poesía». A partir de la consideración etimológica de la palabra «ética» esgrimió un sistema dialéctico en donde la primacía de lo ético se vertía sobre el sujeto mismo de la reflexión: el poeta debe fidelidad a sí mismo, en su acto de escritura no cabe el desdén sino la probidad; compromiso, pues, con la ética propia del sujeto que escribe y con el acto mismo de escribir. En la creación de la obra, el poeta adquiere un compromiso que atraviesa intensamente y de modo unívoco su quehacer definido por su misma exigencia estética, que a la postre, no es más que su lealtad a la palabra poética. Asimismo, la poesía vista como búsqueda de la verdad, ya sea de una verdad inmediata y material o trascendente; ya sea de índole interna y subjetiva o externa, muestra la consanguinidad descrita. La postura catártica del arte estaría preñada también de una vocación de contubernio entre la obra y una ética del desalojo del individuo que conllevaría a una expresión crítica y a su vez profundamente ética.
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Dio fin a la mesa Ricardo Hernández Bravo que disertó «Entorno a la poesía como medio de comunicación». Retomó este autor el consabido relato de la utópica pretensión implícita en el entendimiento de la poesía como comunicación directa, debido a la supeditación de lo estético verbal a la imagen de lo comunicativo, herencia y tradición más emparentada con los mass media. Pero, partiendo de esta premisa, este poeta se adentró en las consecuencias inicuas que podría decirse que abortan la posibilidad de un encuentro entre la obra poética y la realidad del hombre particular. Si bien el sendero ya transitado por la poesía social de hace medio siglo nos resulta deleznable por su inmediatez y, añadiría yo, por su ingenuidad, la poesía, como producto del hombre, y como componente en su raíz de un acto comunicativo comprobable en el fenómeno de la lectura, en el que se hace presente la transmisión de un mensaje, no debería acallar la producción poética sus referencias connotativas, intrínsecas a la misma poesía desde sus orígenes, y que el tiempo se encarga de ensalzar mediante la adquisición de nuevas perspectivas con respecto a la lectura de un texto.
Congreso
En el diálogo establecido en la matriz de lo poético entre el afán por conservar las referencias connotativas (y la riqueza derivada de la contingencia que asumió lo literario a partir de su plasmación en la escritura [3]) y la querencia hacia la expresión de una realidad inmediata y epidérmica, suscita un dilema que concierne al poeta de hoy discernir. Ricardo Hernández Bravo meditó sobre la eventualidad de disolver la dialéctica en una síntesis caracterizada por la ética aprehendida como un encuentro consigo mismo (similar a lo expuesto por Berbel), con la palabra y con una ampliación inherente a otros medios de expresión, así como una hipotético recobrar el carácter oral de la manifestación poética.
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Notas:
[1] En un fragmento de su último poemario publicado El libro, tras la duna, Andrés Sánchez Robayna escribe: «Me vi multiplicado/ no en los claros reflejos del traslúcido/ icosaedro de cristal de roca, / sino en el estallido/ del espejo que, roto, reflejaba, / dispersos, los fragmentos/ de un yo que formulaba una pregunta/ y conoció tan sólo su vacío». Casualmente, la pregunta que se formulaba era ¿quién eres?
[2] Recordemos las palabras de Ionesco al respecto: «Siendo lo cómico intuición de lo absurdo, me parece más desesperante que lo trágico».
[3] Dice Francisco Rodríguez Adrados en su introducción a la Lírica griega arcaica con respecto al enriquecimiento experimentado por la creación poética y literaria en general, consecuente al impulso impreso por la escritura frente a la pura tradición oral, lo siguiente: «Como en el caso de la épica es fundamentalmente la introducción en Grecia de la escritura, que se produjo en el siglo VIII a.C. en Rodas o Chipre seguramente, lo que llevó a la creación de la lírica literaria. Era efectivamente, muy fuerte para el solista-improvisador la tentación de fijar un texto de una vez para siempre, aunque fuera sobre esquemas tradicionales. La existencia de la escritura, de otra parte, permitía que ese texto fijado fuese más extenso, más complejo, más rico» (la negrita es mía).

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