lunes, 15 de junio de 2015

Crítica poética de la pintura

De modo paralelo a mi interés por la literatura se desarrolló en mi adolescencia una especial querencia hacia las artes plásticas: enigma irresoluble, la relación que sostenemos con ese puñado de imágenes que altera nuestra consciencia. Percepción de formas, de manchas, de trazos: escritura sin letras, verbo incandescente, ritmo visual. ¿Cómo transformar en palabras, en sucesión de palabras, la intensa experiencia que comportan el descubrimiento de la jovialidad del color en Kandinsky, la irrupción del humor dadaísta, el asombro primigenio e irónico en Arcimboldo o la tenebrosa certidumbre del miedo y la angustia en ciertas obras de El Bosco?  Fiel a ese acercamiento proclive a los incautos, en un resquicio de la Revista Fogal procuro acompañar con un artilugio tan imperfecto como una combinación de letras, la exposición de determinadas obras. Desde collages protosurrealistas hasta la abstracción impura, desde lo conceptual hasta el grafiti. Si algo puede signar el arte contemporáneo -para bien y para mal- es la permanente apertura de su propio sentido. Búsqueda incesante que colinda con el abismo y con la pirueta, con el hallazgo y con la trivialidad. De estas multiformes dobleces se nutre, a fin de cuentas, toda (des)dichada vida humana. ¿A qué engañarnos con requerimientos de pureza o esencialismo que son meras construcciones de nuestro cerebro sin asidero en la realidad fenoménica? 



Octavio Paz - Los privilegios de la vista

El texto de Octavio Paz que abre el volumen de sus obras completas dedicado a las artes plásticas, Los privilegios de la vista (préstamo gongorino), está dedicado a la figura de Baudelaire y su actividad como crítico de arte. Allí, con sus frecuentes fulgores verbales, el poeta mexicano asevera que “La pintura, que es música, también y sobre todo es lenguaje” (Presencia y presente: Baudelaire crítico de arte, p. 45). En consonancia con su querencia especial a las disyunciones y cópulas entre los distintos temas que abordaba, Paz intenta establecer por un lado las conexiones ocasionales entre las distintas artes (ese movimiento de aproximación pendular que lanza a la poesía ora hacia la música, ora hacia la pintura) y, por otro, rastrear el corte del arte moderno, su cesura. Y todo ello bajo cierta impronta del estructuralismo, como podemos comprobar en un fragmento ulterior:


«En el seno de la experiencia sensible la analogía entre pintura y lenguaje es perfecta. Éste consiste en la combinación de una serie limitada de sonidos; aquélla en la combinación de una serie de líneas y colores. La pintura obedece a las mismas reglas de oposición y afinidad que rigen el lenguaje; en un caso la combinación produce formas visuales y en el otro formas verbales. Como la palabra, depositaria de una gama de sentidos virtuales, uno de los cuales se actualiza en la frase de acuerdo con su posición dentro del contexto, el color no posee valor por sí mismo: no es sino una relación, “el acuerdo de dos tonos”. Por esto no puede definirse de manera absoluta: “los colores no existen sino relativamente”».


Paz recalca en otro lugar que Baudelaire se acerca a la pintura mediante un abordaje poético, tal cual haría el propio Paz. No de otro modo quien esto escribe ha intentado plasmar en más de una ocasión las resonancias y los destellos que determinadas obras pictóricas han dejado en mí. Crítica poética de la pintura, podríamos decir. Lo cual no deja de tener un cierto grado de hibridación, ya que el discurso se cimienta sobre todos los discursos posibles que permiten rodear la obra, definir un contorno, unas coordenadas de aproximación. Pero esa misma heterogeneidad acaso constituya la única manera razonable de tratar el asunto, toda vez que el arte contemporáneo se ha ido definiendo históricamente por su permanente apertura de horizontes: estallido y quiebro de lo establecido, de lo normalizado, en un intento de instauración de la percepción primigenia. Sin embargo, no se nos debe escapar que este discurso de permanente reactualización del arte conduce en muchas ocasiones a callejones sin salida, a vueltas y revueltas de lo mismo o, en el peor de los casos, a una trivialización de todas las dimensiones posibles de lo estético en virtud de la servidumbre exclusiva de lo nuevo, cuando solo refrenda una imantación del mercado, de las necesidades de la industria. De ahí los sempiternos debates que con frecuencia se reiteran a raíz de las bienales y ferias internacionales. Aunque tampoco hay que obviar la frivolidad con que los medios de comunicación aluden a dichos fenómenos: doble operación del mercado. Los mass media se acercan al arte contemporáneo para exhibir lo espectacular sin ofrecer verdaderamente un análisis crítico, sino para redoblar la cuota del mercado de atención que el consumidor audiovisual está dispuesto a otorgar a cualquier boutade


Gillo Dorfles - El devenir de la crítica

Una reflexión penúltima. El crítico de arte Gillo Dorfles, al interrogarse sobre la función de la crítica y sus límites, refería lo siguiente:


«Resulta bastante sintomático que la figura del crítico de arte se haya afirmado en el período posbarroco, mientras antiguamente se identificaba en la mayoría de los casos con la del artista o con la del historiador y filósofo. Es una condición análoga a aquella que culminó con la instauración de una disciplina moderna, llamada estética. (Solo a partir de 1750, año de publicación de la Aesthetica, de Baumgarten, como es sabido). ¿Por qué antiguamente la estética era competencia del artista mismo o del filósofo y del historiador, y por qué, en un determinado momento del pensamiento humano, se advirtió la necesidad o la oportunidad de crear una disciplina válida por sí misma que analizara el significado del arte?(…) es verosímil sostener que la afirmación de la estética tanto como de la crítica ha sido un fenómeno paralelo a la involución de una creatividad artística basada en motivaciones religiosas, sacras, iniciáticas, como sucedía en la precedente época barroca. Con la separación del arte de la religión, del mito, del rito, se ha vuelto más necesaria su vinculación a algo que afirmara y confirmara el valor, precisamente a través de especulaciones de carácter estético y crítico.» (El devenir de la crítica, p. 25)


¿Sucedánea, pues, la crítica del discurso legitimador de lo religioso o sacro? ¿Fundamentación última del valor? ¿Y la indagación del sentido? Numerosos problemas plantea el aserto de Gillo Dorfles. 

En la revista Fogal hemos querido, desde sus inicios, dar cabida a la reflexión y a la ebullición de las artes plásticas. De ahí, los apuntes marginales, las acotaciones, que acompañan a la obra de cada pintor. Por todo lo expuesto con anterioridad: entiéndanse dichas notas como una crítica poética de la pintura

Bajo la tentativa del calígrafo, aquí les dejo estos ejercicios de auscultación y diálogo.













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