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martes, 13 de octubre de 2009

Celebra tu tiempo

Dennis conoce a un tal señor D, encantado en su vindicación extrema de Rousseau (de manera inconsciente). Las siluetas del pasado se exhiben como amplias colmenas de la dicha. Oh, Jerusalén, Jerusalén, qué ha sido de tanta bondad. Dennis me lo cuenta con un gesto sardónico. Mi amigo, me dice, habita en las praderas de un tiempo inexistente. Olfatea lo pretérito y vertebra allí la imposible vegetación de lo deseado. ¿A qué se debe ese afán anacrónico, esos dislates ingenuos, esa búsqueda infructífera del bon sauvage? Palidece su rostro al mencionar la tecnología, mezcla en idéntica jerga alígera conceptos marxistas, exaltaciones del más puro volksgeist herderiano, y unas dosis apreciables de vacuidad y demagogia. ¿Puede sobrevivir semejante organismo, Dennis?, le inquirí ya nervioso. No sólo sobrevive: la inminencia del cuarto menguante electoral hará que progrese en los dominios del poder.
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No dejo de fantasear con un Nietzsche cuarentón. Me señala con el dedo índice en actitud amenazante por burlarme de su diatriba acerca del peor lector. Yo, prosiguió Dennis, frecuento con insana virtud la extracción selecta de fragmentos, sobre todo allí donde la carcoma se multiplica. Así, a mi anacrónico Rousseau, yo le espetaría con Herder, tan repudiado por mí, por lo demás: "El género humano dispone de dicha abundante en todas las épocas, aunque de distinto modo en cada una; en la nuestra, divagamos cuando nos ponemos a ensalzar, como Rousseau, los tiempos que ya no existen y jamás existieron. ¡Levántate y predica las virtudes de tu época!".
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El tema de discusión, en todo caso, Dennis, sería que el discurso de los monóculos reduce la realidad a la pupila única de lo previamente ideado. Oh, Jerusalén, Jerusalén.

martes, 11 de agosto de 2009

Diálogos con Dennis

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Observo cómo Dennis me mira a los ojos y me dice: no te asombres, pues ya lo sabías. La pervivencia del lobo.
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Te asomas al aleph una vez más, lees las cartas de Beatriz y sigues vacilando. Pero este aleph era de cables y bits, de neurotransmisores y prótesis. Pero esta Beatriz tenía un ligero semblante de pez y de agua.
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Dennis, nunca dejas nada al azar. Cada palabra tuya es un gesto visible de tus designios. De un ineludible propósito que ella no abarcará, repusiste.
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Dennis baraja palabras y obtiene un póquer.
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Como el escorpión, desapareces en la mentira.
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Dennis tomó asiento en la mesa del fondo. Su mirada parecía extraviada en una reflexión taciturna. Pasaron algunos minutos en silencio y luego reparó, sobresaltado, en mi presencia. Inopinadamente, y con voz tenue, me confesó: en realidad, no me agradan los retos difíciles. Tampoco aquellos en cuya resolución no hallo algún obstáculo. El placer de las penumbras, afirmé, con el que sueles exponerte ante Odiana, acaso no sea más que una forma de orillar el miedo. Asintió antes de volver a ocultarse tras el grave silencio de los vasos.

lunes, 10 de agosto de 2009

Diálogo con Dennis

Esperas a que Odiana lea esa escritura cifrada, esos códigos oscuros, me dijo Dennis, y sabes que ella sólo comprenderá lo diáfano. Acaso eso no sea más que un tímido subterfugio para mantener la lejanía. Quizás, le contesté, cuando ella perciba el significado de mis frases, ya habré decidido partir. ¿Qué te atrae de ella, me inquirió Dennis, la remota imposibilidad de lo posible? Y no supe qué responder.