Parecería que Fernández Mallo llevase a término ciertos indicios implícitos en la poética total de Novalis: pienso, sobre todo, en la vinculación con lo absoluto de las más altas poéticas modernas. Curiosamente, en algunos hitos fundamentales de la modernidad poética se encuentra esa ansia de absoluto expresivo no a través de un discurso totalizador, sino mediante el recurso a la fragmentación y a la mezcla (recalco esto por el posible debate modernidad/posmodernidad que pueda generarse a partir de ello [1]). Acaso sea innecesario retrotraernos a ciertos fragmentos del mismo Novalis (1772 - 1801) [2], o de Wallace Stevens (1879 - 1955) [3] o a la experiencia de Walt Whitman (1819 - 1892): asaz diferentes entre sí -incluso antitéticos en gran medida-, pero zahoríes todos de ese nexo anteriormente mencionado. Aclaro que no trazo una genealogía ni una filiación estética o estilística: únicamente afirmo que, en la teoría poética de dichos autores se encuentran elementos que Mallo aplica a su praxis poética, pero el sustrato filosófico que informa la poética de Fernández Mallo bebe de otras fuentes. Especialmente relevante resulta, entonces, la lectura de los dos artículos añadidos al final de este volumen que venimos comentando, y donde Fernández Mallo procura esbozar su concepto de poesía postpoética.
Los laberintos más conspicuos: la vida y el tiempo. Pasamos, pues, de una poética del pincel a la del píxel -para utilizar una expresión del propio autor-, lo cual nos remite a una dimensión virtual de la obra, donde lo virtual es visto como fundamento de una nueva metafísica. Lo virtual y lo técnico-científico como sustrato que informa los postulados generatrices de la obra y como correlato metafórico de las experiencias propuestas. Así, en el fragmento 24 escribe Agustín Fernández Mallo: "que la astronave constituye una sofisticación del arado, que las pantallas del PC son vitrales de una catedral contemporánea y las heces en la nieve la primera estufa, que podemos atravesar todos los límites, conocerlo todo, rasgar sucesivos decorados, y que a pesar de todo nacemos y morimos sin saber nada porque esos límites los ponemos nosotros: no es posible abrir un cofre desde dentro". Antes veíamos el remozamiento del mito cretense; ahora, la reelaboración de la tecnología como mito al sustantivarse la sucesión de los utensilios e instrumentos como ejemplos de una cadena que ligan lo más rudimentario y lo innovador. Nos topamos, entonces, con una materialización de las leyes del también escritor y científico Arthur C. Clarke sobre la ciencia y la tecnología, especialmente la tercera -que nos dice que cualquier tecnología avanzada es indiscernible de la magia-, y la segunda como horizonte creativo al dibujar una poética de lo contingente: inconmensurable posibilidad abierta de lo posible y lo imposible. Encontramos, también es de resaltar, una lengua poética plagada de comicidad e ironía aun en sus tramos más trágicos, registros lingüísticos de corte pop y reflexiones sustentadas por un lenguaje científico-técnico, todo ello señalizando tanto hacia la intensidad como hacia la digresión.
Fernández Mallo concibe la poesía como discurso en tensión no enteramente reductible a lo racional. Así, en el poema 23 escribe: "Yo, de todo esto, deduzco que la sustancia poética habita allí donde las palabras no llegan a entenderse, pero no puedo revelárselo: equivaldría a despertarlo a la racionalidad, y eso lo destruiría". Y, también, es la poesía entrevista como artificio, artefacto o virtualidad dadora de sentido al ser proyectada sobre el universo.
Transcribo los fragmentos 42 y 8, respectivamente. En ellos podemos ver cómo la lengua simuladamente técnica se transforma en vehículo de meditación y ésta, a su vez, en traducción de un lenguaje sometido a la tensión del hallazgo súbito: arquitectura que se resuelve en poema: vemos la cristalización del pensamiento en formas sutiles, enérgicas y profundas:
"El tiempo del reloj se mueve lineal y a intervalos idénticos". Falso. Postulo que igual que hay cuerpos más densos que otros existen instantes de tiempo más densos que otros. Postulo Densidad de Tiempo como aquella concentración de Nada que, aunque inasible, se resuelve en poesía. Postulo Densidad de Tiempo como una cifra incuantificable. Pero no es ni cero ni infinito. [Manifiesto Contra Relojeros, hallado en los barracones de las Minas de Arena de Rethimno. Anónimo] [42]
"Si en cada centímetro cuadrado epidérmico aún reconocemos vestigios de pez, de agua, de alga, de electrones, de dinosaurios, de monos, somos fósiles del pez, del agua, de las algas, de las partículas cargadas, de los dinosaurios y los monos. Si en nuestras leyes y ordenanzas aún hay vestigios alejandrinos, presocráticos, dionisíacos y romanos, somos fósiles de Alejandría, de los Presocráticos, de Dioniso y los romanos. Si entre las líneas del texto hay vestigios de cuanto noche a noche voy soñando, soy el fósil de ese hombre que, ubicuo e inmodelable, lleva mi nombre en el sueño", me digo detenido ante un escaparate, el niño que toca un acordeón desafinado por la lluvia pide limosna, el pelo empapado, fregona del cielo. Quién es ese resucitado, le susurra un maniquí a otro. Sólo la muerte nos actualiza, pienso. [8]
Además de por la rara intensidad de su escritura, leer a Agustín Fernández Mallo impresiona por dos motivos principalmente -anverso y reverso de un mismo problema-: por parecer un poeta verdaderamente contemporáneo nuestro, y por el hiato que evidencia con respecto al grueso de la poesía española de las últimas décadas (pronto nos referiremos a otras destacadas excepciones como Javier Moreno o Vicente Luis Mora, por citar tan solo dos ejemplos). Rememoro, al escribir lo anterior, una cita de Paul Valéry que usó Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica y que reza así: "Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace veinte años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la inventiva, llegando quizás hasta a modificar de una manera maravillosa la noción misma del arte" [4]. Como se lamentara ya Daniel Bellón en su Islas en la Red, conturba, en ocasiones, enfrentarse a la lectura de poéticas que orillan todo ejercicio de expresión de elementos configuradores de nuestro mundo. La poética de Mallo, en cambio, asume estos elementos y se sumerge en una realización poética de un sublime posible donde el riesgo de la ruptura con esos esquemas y y la pasión omnívora le son consustanciales.
Notas:
[1] Me retrotraigo a cierto segmento del ensayo La ilusión posmoderna de Oscar del Barco, publicado originalmente en la revista Confines y recogido ulteriormente en El debate modernidad-posmodernidad, volumen compilado por Nicolás Casullo. Reproduzco las palabras de Oscar del Barco: "Se ha entrado en una etapa de altísima velocidad social que desustancializa todas las realidades produciendo un cambio tanto de sensibilidad como de expresividad: el arte moderno se transforma en posmoderno (...) Pero también aquí conviene tener en cuenta que lo moderno es un terreno avasallado por sus heterogeneidades, que es lo moderno mismo donde ya está siempre su negativo, su alucinación y su locura: llámense Flaubert, Rimbaud, Mallarmé o Joyce (...) pero, al igual que en el orden teórico, ¿se trata de un posmoderno in nuce de una crítica? Me inclino a pensar que en la intimidad del movimiento moderno se desarrolla simultáneamente, y sin que esté en juego una valoración, su crítica como forma de las múltiples negatividades que constituyen su agonística (...)
Dice Lyotard: «un escritor o artista posmodernista está en la misma situación que un filósofo: el texto que está escribiendo, la obra que está realizando, no están gobernados en principio por algo ya existente...Los artistas y escritores, por tanto, trabajan sin reglas, trabajan en orden a establecer reglas de lo que habrá de ser producido». ¡Pero si esto es lo que hicieron y dijeron hasta el cansancio Mallarmé y Cézanne, entre tantos otros que no pueden ser catalogados precisamente como posmodernos!"
[2] Verbigracia: "Puede haber momentos en que los abecedarios y los compendios nos parezcan poéticos", o "Mezcla de lo grosero, de lo común, de lo proverbial, con lo noble, lo elevado, lo poético" o "Tarea: encontrar el universo en un solo libro".
[3] Véase los aforismos contenidos en Adagia.
[4] Medítese acerca de este aforismo de otro poeta, Juan Ramón Jiménez, tildado de puro: "Vemos una escultura, leemos una poesía, oímos una canción antigua y nuestro mayor elogio es: «Parece de ahora»".
Notas:
[1] Me retrotraigo a cierto segmento del ensayo La ilusión posmoderna de Oscar del Barco, publicado originalmente en la revista Confines y recogido ulteriormente en El debate modernidad-posmodernidad, volumen compilado por Nicolás Casullo. Reproduzco las palabras de Oscar del Barco: "Se ha entrado en una etapa de altísima velocidad social que desustancializa todas las realidades produciendo un cambio tanto de sensibilidad como de expresividad: el arte moderno se transforma en posmoderno (...) Pero también aquí conviene tener en cuenta que lo moderno es un terreno avasallado por sus heterogeneidades, que es lo moderno mismo donde ya está siempre su negativo, su alucinación y su locura: llámense Flaubert, Rimbaud, Mallarmé o Joyce (...) pero, al igual que en el orden teórico, ¿se trata de un posmoderno in nuce de una crítica? Me inclino a pensar que en la intimidad del movimiento moderno se desarrolla simultáneamente, y sin que esté en juego una valoración, su crítica como forma de las múltiples negatividades que constituyen su agonística (...)
Dice Lyotard: «un escritor o artista posmodernista está en la misma situación que un filósofo: el texto que está escribiendo, la obra que está realizando, no están gobernados en principio por algo ya existente...Los artistas y escritores, por tanto, trabajan sin reglas, trabajan en orden a establecer reglas de lo que habrá de ser producido». ¡Pero si esto es lo que hicieron y dijeron hasta el cansancio Mallarmé y Cézanne, entre tantos otros que no pueden ser catalogados precisamente como posmodernos!"
[2] Verbigracia: "Puede haber momentos en que los abecedarios y los compendios nos parezcan poéticos", o "Mezcla de lo grosero, de lo común, de lo proverbial, con lo noble, lo elevado, lo poético" o "Tarea: encontrar el universo en un solo libro".
[3] Véase los aforismos contenidos en Adagia.
[4] Medítese acerca de este aforismo de otro poeta, Juan Ramón Jiménez, tildado de puro: "Vemos una escultura, leemos una poesía, oímos una canción antigua y nuestro mayor elogio es: «Parece de ahora»".
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