Pasado ya el primer tercio del año 2010, asistimos a la difusión masiva de información en torno al centenario del nacimiento del poeta Miguel Hernández. Inmenso poeta cuya hondura, riesgos formales asumidos, así como la profundidad que revela en el corpus de su obra me retrotrae, curiosamente, a otros centenarios. Me refiero, claro está, a poetas nacidos en 1910, que hubieron de vivir en su juventud la ominosa primera mitad del siglo XX (tiempo del escuadrón compacto de las sombras, para valerme de una expresión que figura en un verso de José Ángel Valente en Poemas a Lázaro) y enfrentarse a la escritura en una atmósfera acaso poco propicia para la valoración de sus logros poéticos. Quisiera recordar, ya digo, a otros poetas españoles, europeos y americanos, como Luis Rosales (1910-1992), Francisco Pino (1910-2002), Domingo López Torres (1910-1937), Georges Schehadé (1910-1989), Erik Lindegren (1910-1968), José Lezama Lima (1910-1976), Max Bense (1910-1990), Juan Cunha (1910-1985) o Enrique Molina (1910-1997).
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DIAMANTE
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Lejanías la voz de mi costumbre
han hecho ya
de mi pulmón
diamante
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(Así que, Francisco Pino)
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